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Busqueda avanzada- N° páginas : 240
- Medidas: 140 x 218 mm.
- Peso: 378 gr
- Encuadernación: Rústica
El buscavidas TEVIS, WALTER
Una obra cumbre de la literatura americana que Paul Newman inmortalizó para la pantalla y que ha sido considerada la mejor novela sobre billar jamás escrita.
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Sinopsis
Para Eddie Felson «el rápido» solo existe una cosa en el mundo: ganar al billar. Durante años se ha recorrido el país de punta a punta, viajando de de garito en garito, entre vasos de whisky y humo de tabaco, malviviendo en antros y desplumando a jugadores incautos que creen que pueden derrotarle. Pero él ansía algo más grande. Harto de ir dando tumbos de acá para allá compitiendo por unos pocos dólares, decide desafiar al mejor jugador del país: el Gordo de Minnesota. En una partida que durará casi veinticuatro horas, Eddie comprobará que ser bueno no es suficiente y sufrirá la mayor derrota de su carrera. Se embarcará entonces en un viaje al fin de la noche, dominado por el alcoholismo y la soberbia, y tendrá que enfrentarse a sus propios demonios para tener la última oportunidad de volver a ser el mejor.
Adaptada al cine en 1961 por Robert Rossen, con las memorables interpretaciones de Paul Newman y Jackie Gleason, El buscavidas es una novela de una humanidad apabullante, donde el verdadero desafío, en el juego y en la vida, es descifrar la propia identidad.
El libro en los medios
David Felipe Arranz habla de «El buscavidas», de Walter Tevis — RTVE, Secuencias en 24 horas — 8 de febrero de 2025
A partir del minuto 29:17, David Felipe Arranz habla de «El buscavidas», de Walter Tevis. —David Felipe Arranz
«El buscavidas», de Walter Tevis — El Correo — 25 de enero de 2025
El debut cinematográfico de Paul Newman fue haciendo de esclavo en una de romanos más mala que el sebo, de la que se avergonzaba. Era ‘El cáliz de plata’ (1954), que dirigió con desgana Victor Saville. Y su última aparición fue en 2002 con un gran papel secundario, el del duro patriarca irlandés de un clan mafioso en ‘Camino a la perdición’, película negra de Sam Mendes sólida como una tapa de alcantarilla de Brooklyn. Paul murió en 2008, a los 83 años, debido a un cáncer de pulmón. Entre los dos vértices de ese largo segmento desarrolló una fructífera carrera profesional de más de medio siglo con numerosos títulos memorables. Nació en 1925 en un pueblo de Ohio. Su padre, Arthur Newman, de origen judío y con quien no tenía buena relación, se dedicaba al comercio de artículos deportivos; Teresa, su madre, era húngara y profesaba el catolicismo. Su deuda moral con el reciente Estado de Israel la saldó Paul protagonizando ‘Éxodo’, superproducción de sesgo sionista que, basada en la famosa novela de Leon Uris, dirigió en 1960 Otto Preminger. Mi película preferida protagonizada por Newman, y a mi entender una de las grandes obras maestras del cine americano, es la oscura y vigorosa historia de perdedores ‘El buscavidas’ (Robert Rossen, 1961), donde encarna a Eddie ‘Fast’ Felson, un jugador de billar de ventaja impetuoso y arrogante. Es célebre el golpe de diálogo de la chica triste que interpreta Piper Laurie (novela de Walter Tevis) cuando conoce a Eddie y le dice: «No estoy borracha, es que soy coja». 25 años después, Martin Scorsese cumplió el sueño personal de retomar el personaje, maleado por el tiempo y la vida, en ‘El color del dinero’, que supuso para Newman el único Oscar. Su primer éxito internacional fue ‘Marcado por el odio’ (Robert Wise,1956), donde recrea la figura del boxeador Rocky Graziano. Newman no solo era más hermoso que el Apolo de Belvedere, tenía un cuerpo atlético, y por encima de cualquier rasgo destacaban sus asombrosos ojos garzos, del azul del cielo más cerúleo. Los directores de fotografía disfrutaban iluminando esos ojos increíbles. En 1958, Richard Brooks compaginó los ojos más azules con la belleza violeta de los de Elizabeth Taylor en ‘La gata sobre el tejado zinc’, basada en la obra de Tennessee Williams. Faltaba el esencial adjetivo del título original: caliente; el tejado caliente del que debe saltar Maggie, la gata. Sin embargo, sobre todo en sus comienzos, Newman no se sentía feliz de su físico privilegiado, por considerar que lo encasillaba de un modo parecido a como le sucedía a Marilyn Monroe. Hasta que Paul limitó la bebida a la cerveza, tuvo serios problemas con el alcohol buena parte de su vida. Desde luego no le pasó factura física aparente, con esa prestancia como de cama deshecha (le decía Marlene Dietrich a Edward G. Robinson) que suelen tener los borrachos. En cine, sus papeles más destacados de bebedor en la marejada son el detective de ‘Harper’ (Jack Smight, 1966) y especialmente el abogado en horas muy bajas de ‘Veredicto final’ (Sidney Lumet, 1982). Fue un hombre comprometido con los derechos civiles desde el progresismo. Participó en la marcha sobre Washington de Martin Luther King, se opuso a la guerra de Vietnam y le cupo el honor de ser declarado persona no grata por Nixon. Su matrimonio con Joanne Woodward duró casi tanto como su carrera, aunque ya había tenido tres hijos con la primera esposa. Hizo protagonista a Joanne de ‘Raquel, Raquel’, ‘El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas’ y ‘El zoo de cristal’, tres de las cuatro películas que dirigió. ‘Dos hombres y un destino’ (George Roy Hill, 1969) lo emparejó con Robert Redford y lograron una química muy especial en sus roles de los bandidos Butch Cassidy y Sundance Kid. Repetirían tándem, también con Roy Hill, en ‘El golpe’ (1973), película de timadores y ‘gangsters’ en tono de comedia que fue un éxito todavía más rotundo que la anterior. Pero la pareja de guapos irresistibles no volvió a juntarse una tercera vez. Ellos lo achacaron a que no les ofrecieron un guion con personajes lo suficientemente buenos para repetir la fórmula. Por último: pregunta cinéfila. ¿Por qué he titulado el artículo ‘Cincuenta huevos duros’? Pues porque en 1967 Paul Newman protagonizó ‘La leyenda del indomable’, una película de género carcelario que dirigió Stuart Rosenberg y que tuvo cierto reconocimiento. Y 50 huevos cocidos era los que se apostaba que era capaz de comerse en una hora. ¿Qué si ganaba la apuesta? La verdad es que no me acuerdo. —Juan Bas
Descargar«El buscavidas», de Walter Tevis y Paul Newman, el buscavidas de los ojos azules que ya es centenario — La Voz de Galicia — 28 de enero de 2025
No fue el papel que lo lanzó a la fama. Ni mucho menos. Cuando Robert Rossen rodó El buscavidas (1961) Paul Newman ya había firmado actuaciones cinematográficas descomunales como El largo y cálido verano (1958), en la que Martin Ritt adaptaba una obra de Faulkner; La gata sobre el tejado de zinc (1958), en la que Richard Brooks filmaba un drama de Tennessee Williams; El zurdo (1958), que Arthur Penn erigía sobre un texto de Gore Vidal en torno a Billy el Niño; o Éxodo (1960), superproducción en la que Otto Preminger abordaba el nacimiento del Estado de Israel a través de la novela de Leon Uris. Son solo cuatro ejemplos, pero bien podrían ser más del doble. Newman era ya en 1961 una estrella de Hollywood, aunque todavía habría de servir innumerables papeles inmensos para la historia del séptimo arte. Y, sin embargo, el campeón de billar Eddie Felson, extraído de la novela de Walter Tevis (San Francisco, (1928-Nueva York, 1984) con mano magistral por el ilustre artesano Robert Rossen, es uno de sus trabajos mayores. El joven arrogante y sin escrúpulos de ojos azules que desafía al mejor jugador del país, el Gordo de Minnesota, es una de sus recreaciones más emblemáticas. Tanto es así que 25 años después, en 1986, volvió sobre el personaje, entonces un hombre maduro ya retirado de la competición, y dedicado a un negocio de licores, que detecta el talento en el joven Vincent (Tom Cruise) y decide apadrinarlo. Precisamente, ese rol de tutor-mánager, sereno y más sabio, por los golpes que sabe dar la vida, que le preparó Martin Scorsese, le valió su único Óscar ganado en buena lid —ironías, un año antes le habían concedido la estatuilla honorífica—. Se lo arrebató además al saxofonista de jazz estadounidense Dexter Gordon, que —en su único, pero exquisito trabajo como actor— daba vida a Dale Turner, un músico autodestructivo, entre el alcoholismo y la depresión, inspirado en las existencias dolientes y al límite del pianista Bud Powell y el saxofonista Lester Young, y que en cierto modo era una imagen especular de Eddie Felson. Newman hubiera cumplido cien años el pasado domingo. Su luz nunca se apagará. Pero para ayudar a comprender aquel virtuoso del billar ambicioso, rebelde y soberbio nada mejor que leer la novela de Walter Tevis, que el sello Impedimenta trae a las librerías —llegará el próximo de febrero— en una nueva traducción de Juan Trejo, que dejará atrás las dos existentes pero muy difíciles de encontrar. La primera, de Versal, se tituló El color del dinero y apareció en 1987 aprovechando el tirón del filme de Scorsese. La apuesta de Impedimenta por rescatar a Tevis comenzó poco después del éxito de la serie de Netflix Gambito de dama, que adaptaba también una novela suya. Publican la novela de Walter Tevis de la que salió el campeón de billar Eddie Felson, que bordó el actor, que hubiese cumplido cien años el pasado domingo 25 años entre los dos Eddie Felson. Newman encarnó dos veces el personaje de Eddie Felson: la primera en 1961, cuando el campeón de billar era un joven arrogante, dirigida por Robert Rossen; la segunda —en una adaptación de 1986 de Martin Scorsese—, ya retirado y en donde decide apadrinar a un joven virtuoso (Tom Cruise). Como le ocurría a Marilyn Monroe, la asombrosa belleza física de Paul Newman (Cleveland Heights, Ohio, 1925-Westport, Connecticut, 2008) podía llevar a confusión al espectador y eclipsar o distraer el talento interpretativo. Newman, además, tuvo una longeva trayectoria artística llena de obras espléndidas no solo como actor, también como director, en una carrera a la que mucho contribuyó su segunda esposa, la actriz Joanne Woodward, con la que se casó en 1958. No hubo década mala. Su primer filme mayor fue Marcado por el odio (1956), de Robert Wise. En los 60 tiene, entre otras, Dos hombres y un destino (1969), de George Roy Hill. En los 70, El juez de la horca (1972), de John Huston. En los 80, Veredicto final (1982), de Sidney Lumet. En los 90, Al caer el sol (1998), de Robert Benton. Y ya en el siglo XXI, Camino a la perdición (2002), de Sam Mendes. Detrás de las cámaras, no se prodigó mucho pero realizó, por ejemplo, tres hermosas películas protagonizadas por Joanne Woodward: Raquel, Raquel (1968), El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas (1972) y El zoo de cristal (1987). —H. J. P.
Descargar«El buscavidas», de Walter Tevis, entre las recomendaciones — La Razón — 25 de enero
Muchos conocerán esta frase: «Para Eddie Felson el Rápido solo existe una cosa en el mundo: ganar al billar». El director Robert Rossen hizo una gran adaptación de esta historia con Paul Newman en el papel protagonista. Este es el libro que dio pie al guion y a una historia que se trata de una parábola de la ambición, la competitividad y del sueño americano. —C. G.
DescargarAutor: Tevis, Walter
Walter Tevis (1928-1984) fue un uno de los grandes escritores estadounidenses de la segunda mitad del siglo XX. Sus relatos cortos, que comenzó a escribir en los años cincuenta, se publicaron en revistas como The Saturday Evening Post, Esquire, Cosmopolitan y Playboy. También publicó cinco novelas: El buscavidas (1959), que sería llevada a la gran pantalla en 1961, El hombre que cayó a la Tierra (1963), Sinsonte (1980; Impedimenta, 2022), Gambito de dama (1983), Las huellas del sol (1983; Impedimenta, 2023) y El color del dinero (1984). En 2023 se publicó una antología de sus relatos bajo el título de The King is Dead, que próximamente será recuperada por Impedimenta. Tevis murió a los cincuenta y ocho años en Nueva York debido a un cáncer de pulmón.