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Busqueda avanzada- N° páginas : 240
- Medidas: 140 x 230 mm.
- Peso: 360 gr
- Encuadernación: Rústica
EL ENIGMA HUMANO CRISTOBAL MONTES,ANGEL
El cometido de la filosofía no es encontrar explicación de lo inexplicable, sino enfrentar los problemas insolubles con «serena desesperación».
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Sinopsis
Por ello, un libro como el presente, El enigma humano, debe arrancar, por necesidad, de la idea de que no va a encontrar la solución, tanto porque un enigma que se resuelve no es un verdadero enigma, como porque el cometido de la filosofía no es encontrar explicación de lo inexplicable, sino a lo sumo enfrentar los problemas insolubles con la «serena desesperación» del que sabe que está hollando un terreno que no puede dominar. El filósofo está habituado a convivir con la incertidumbre, con la desesperanza y con la indefinición, quizá porque, en palabras del maestro Heidegger, «el pensar de los pensadores es un retroceder ante el ser».
Adentrarse, como se hace en el libro, en las simas intelectuales del «misterio del alma», de las «trampas del pensamiento» y del «reto de los sueños» es internarse en unos mundos en los que a priori se sabe no va a hallarse respuesta válida alguna; pero, sin embargo, merece la pena hacerlo, merece la pena intentarlo de nuevo, por más que se sepa con total nitidez que, al final de la aventura filosófica, el panorama continuará teniendo la misma y natural oscuridad que lo caracteriza y resulta impenetrable. No es insensato emprender un «viaje intelectual» como el que el libro plantea, aunque sólo fuera porque el mismo es capaz de procurar al viajero unas saludables curas de humildad, de relatividad y de prudencia espirituales. Si se hace con honestidad, el contacto con el misterio siempre engrandece al hombre, por más que deba pagarse un significativo precio.
Autor: Cristóbal Montes, Ángel
Nacido en Zaragoza en 1935, cursa estudios de Derecho en la Universidad de esa ciudad y emigra a Venezuela en 1959, en cuya Universidad Central comienza a dar clases de Derecho romano y de Derecho civil, que luego extenderá a la Universidad Católica Andrés Bello. Hasta 1972 permanece en Venezuela entregado al mundo del Derecho en sus distintas vertientes. De regreso a España, desarrolla una intensa labor docente en la Universidad de Zaragoza, donde discurre su carrera académica, primero como profesor extraordinario y luego como catedrático de Derecho civil.