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Crisálida (2ª Ed): portada

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  • N° páginas : 272
  • Medidas: 143 x 224 mm.
  • Peso: 525 gr
  • Encuadernación: Carton‚
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Crisálida (2ª Ed) NAVARRO, FERNANDO

Una fábula oscura que explora la naturaleza de la fe en un sur sangriento y desolador. Un salvaje drama familiar donde mística y psicodelia se mezclan magistralmente.

Editorial:
Colección:
IMPEDIMENTA
Materia BIC:
FICCIÓN MODERNA Y CONTEMPORÁNEA
ISBN:
978-84-19581-89-1
EAN:
9788419581891
Precio:
21.11 €
Precio con IVA:
21.95 €

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Sinopsis

La niña Nada abre los ojos en la cama de un sanatorio al que no sabe cómo ha llegado. Los recuerdos, las pesadillas y los ensueños provocados por los fármacos la trasladan a un tiempo anterior, cuando sus padres se la llevaron, junto con sus cuatro hermanos, a vivir a un bosque de secuoyas perdido en algún lugar entre las Alpujarras granadinas y Sierra Nevada. Allí, poco a poco, la violencia y la locura se apoderan de toda su familia, en especial de su padre, al que apodan el Capitán, un hombre atormentado y paranoico por el que Nada siente una extraña fascinación. Asediada por una presencia inquietante que habita en el corazón del bosque, la niña aprende a crecer en mitad de una naturaleza tan viva como hostil, tan extraña como peligrosa.


Mitad folk horror, mitad novela de aprendizaje, Crisálida construye un territorio literario sureño único, lisérgico y evocador en el que se dan la mano el humor y la violencia para narrar una conmovedora historia de abandono y desamparo infantil que bebe tanto de la exploración del terror familiar de Shirley Jackson y Stephen King como de los dramas paternofiliales del cine de Víctor Erice o Carlos Saura.

El libro en los medios

Fernando Navarro presenta su primera novela, «Crisálida» — Fundación Santander Creativa — 25 marzo de 2025

25/03/2025

El jueves 27 de marzo, a las 19:00 h. tendrá lugar en Gil la presentación de “Crisálida”, de Fernando Navarro. El autor estará acompañado por Marta San Miguel (Editorial Impedimenta). La niña Nada abre los ojos en la cama de un sanatorio al que no sabe cómo ha llegado. Los recuerdos y las pesadillas provocados por los fármacos la trasladan a un tiempo anterior, cuando sus padres se la llevaron, junto con sus cuatro hermanos, a vivir a un bosque perdido en algún lugar entre las Alpujarras y Sierra Nevada. Allí la violencia y la locura se apoderan de toda su familia, en especial de su padre, al que apodan el Capitán, un hombre atormentado y paranoico por el que Nada siente una extraña fascinación. Asediada por una presencia inquietante que habita en el corazón del bosque, la niña aprende a crecer en mitad de una naturaleza tan viva como hostil, tan extraña como peligrosa. Mitad folk horror, mitad novela de aprendizaje, “Crisálida” recrea un mundo sureño lisérgico donde el humor y la violencia se entrelazan para narrar una conmovedora historia de abandono infantil que bebe tanto del terror familiar de Shirley Jackson y Stephen King como de los dramas paternofiliales del cine de Víctor Erice y Carlos Saura. Fernando Navarro (Granada, 1980). Es uno de los guionistas más activos y prolíficos del cine español. Ha colaborado con cineastas como Álex de la Iglesia, Isaki Lacuesta, Rodrigo Cortés, Paco Plaza o Jaume Balagueró. Ha sido dos veces nominado a los Premios Goya, en las categorías de Mejor Guion Original y Mejor Guion Adaptado. Entre su filmografía destacan Verónica (nominada a Mejor Guion Original en los Premios Goya 2018), Orígenes secretos (nominada a Mejor Guion Adaptado en los Premios Goya 2020), Bajocero (2021), Venus (2022) y la serie Romancero (2023). Es coguionista de Segundo premio (2024), película que se alzó con la Biznaga de Oro en el Festival de Málaga y que ha sido nominada al Goya a Mejor Película y candidata a los Premios Oscar en la categoría de Mejor Película Internacional. Es miembro del Writers Guild of America y ha impartido talleres de Escritura Creativa en la Universidad de Siracusa y en Le Moyne College, ambos en Nueva York. Ha escrito relatos y artículos en revistas como MondoSonoro, Letras Libres, Cuadernos Hispanoamericanos o Turia, y ha colaborado en medios como Radio3, ABC o Cadena SER, donde dirigió y presentó el pódcast de terror Vuelo de brujas. En Impedimenta ha publicado el libro de relatos “Malaventura” (2022), que ganó el Premio Setenil 2022 y el premio a Mejor Autor Revelación en los Premios de Literatura Vanity Fair by Openbank 2023. “Crisálida” es su primera novela. —Agenda Aúna

Fernando Navarro se estrena en la novela con «Crisálida»: "Me interesaba más el lenguaje que contar la historia" — Granada Hoy — 14 de marzo de 2025

20/03/2025

Fernando Navarro (Granada, 1980) ha logrado hacerse un hueco como guionista hasta convertirse en uno de los más activos y prolíficos del cine español. Ha colaborado con cineastas como Álex de la Iglesia, Rodrigo Cortés, Paco Plaza o Jaume Balagueró. Entre su filmografía destacan Verónica (nominada a Mejor Guion Original en los Premios Goya 2018), Orígenes secretos (nominada a Mejor Guion Adaptado en los Premios Goya 2020), Bajocero (2021), Venus (2022) y la serie Romancero (2023). Además de las nominaciones a los premios de la Academia de Cine, como ocurre con los personajes de ficción, una serie de acontecimientos concatenados han hecho que su rostro haya pasado de ser conocido por el público y no solo por compañeros del gremio: el guion de Segundo premio (2024), que firma a cuatro manos con el director, Isaki Lacuesta, una cita que ha sido candidata al Goya a Mejor Película y a los Premios Oscar en la categoría de Mejor Película Internacional. El éxito de esa cinta se ha unido al de dos libros: la colección de relatos titulada Malaventura (Impedimenta, 2022), un debut literario con un éxito comparable al de Rodrigo Cortés, al que ha seguido otro libro arropado por la crítica, Crisálida, también en Impedimenta, un drama familiar donde la mística y la psicodelia se mezclan en una fábula oscura que explora la naturaleza en un sur sangriento y desolador. —Belén Rico

«Crisálida», de Fernando Navarro: la niña que salió de los bosques perdida y asalvajada — El Diario Montañés — 14 de marzo de 2025

20/03/2025

Mientras planeaban el lanzamiento de ‘Crisálida’, la primera novela de Fernando Navarro (Granada, 1980), en Impedimenta debieron de ver muy claro que tenían entre manejaban un material sensible, de evidente propensión al éxito. Y en buena lógica han movilizado su implacable maquinaria promocional, esa que cimentan en un merecidísimo prestigio tras dos décadas labrando un catálogo impecable, para una minoría de lectores exquisitos pero cada vez más numerosa. Hace mucho tiempo ya que la factoría Redel & Adón –tanto monta Pilar como Enrique– es un sello de calidad indiscutible. —Javier Menéndez Llamazares

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Fernando Navarro, autor de «Crisálida»: “Igual lo auténtico no está en el campo sino en cómo uno se comporta con la tecnología” — El Diario — 5 de marzos de 2025

10/03/2025

Aparece Crisálida en las mesas de novedades de las librerías como surge una pupa enganchada a un árbol de un día para otro. Llamativa, extraña, ajena, desagradable y a la vez hipnótica, aloja en su interior una oruga que se transforma. Así de rara es esta novela de debut, escrita por el también guionista Fernando Navarro (Granada, 1980) y publicada por la editorial Impedimenta, un sello que solo apuesta por libros que son o que nacen clásicos. Navarro ha coescrito el guion de Segundo premio, la película de Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez que no va sobre Los Planetas, y también del filme de terror Verónica, rodado por Paco Plaza en 2017. Antes de Crisálida, publicó el libro de relatos Malaventura (Impedimenta, 2022), un romance en una Andalucía mítica y oscura que en verdad señalaba el camino hacia Crisálida. En la novela, un padre que quiere incivilizarse y que se hace llamar Capitán, arrastra a su esposa Madreselva y a sus hijos a una vida salvaje y primaria en las montañas de Granada. La narración, que fluye desde la perspectiva de la niña Nada a la que no dejan crecer, se abre paso entre los recuerdos confusos y un presente desconvenible. Los ecos de Lynch, Ballard y King resuenan en una escritura sonora, en carne viva, enraizada en una oralidad andaluza atravesada por la psicodelia y la cultura popular. ¿Por qué le obsesiona la frontera de la infancia? Creo que porque me hubiera gustado ser niño más tiempo. El mundo de los adultos no me interesa demasiado ni me siento muy cómodo con cosas como la burocracia o la mentira. Cada vez estoy más ajeno al mundo real, no leo mucho las noticias porque me deprimen mucho. Intento no estar muy alerta de cosas del momento como la ideología política o el dogmatismo. A la infancia se le permite estar ajena pero a los adultos, no. Me parece que Panero tenía razón con su frase de “la infancia se vive y después solo se sobrevive”, y a lo mejor tenía que volverse loco para escribirla. Hay algo ahí en la pureza, en los juegos, en aprender a leer, ver películas, los primeros discos. Escogió el punto de vista de una niña para escribir Crisálida, pero también podría haber hablado de lo mismo desde el punto de vista de los padres. ¿Por qué el de ella? Hasta que no estuvo la niña como voz troncal del relato, no había libro. Iba a ser un libro seco, sin fantasía, sin psicodelia. Un retrato crudo, como una novela a la europea. Pero me dije: yo no quiero escribir esto. Hasta que encontré la voz de la niña, que me remitía a Malaventura y a algunas películas que he hecho. La voz de ella creó el cuento. Me dio la mirada del niño al mundo de los adultos. Se impuso por encima de mí, de mi propio interés. La primera persona me permitía ser mucho más sensorial y más confuso que si era un narrador desde fuera. Es un narrador no confiable. Sí, el narrador no fiable de muchos de los libros que me gustan, porque además creo que la infancia es no fiable. Para que pueda entrar un bosque de secuoyas que no existe, que no puede señalar en el mapa porque ella está en otra realidad. Para que pueda entrar la fantasía. Y gigantes y demonios que de vez en cuando se infiltran. También está bien que sea una niña que cuenta una infancia que igual no ocurrió así. Yo creo que ocurrió así, pero algún lector podría decir que no. Y tiene razón. Ese tipo de narrador es muy bueno para el terror, que es algo que hay la novela. Es muy bueno para la identificación, que es la base del suspense y del terror. En La semilla del diablo, Polanski lo hace muy bien. Todo está muy confuso y por lo tanto cada cosa que ocurre está cargada de tensión. Yo quería hacer un libro que se mirara en la literatura narrativa, no en la literatura literaria. ¿Se dejó llevar por la voz narrativa o tenía una arquitectura de la novela? Yo tenía un enunciado. Intenté hacer una estructura, pero me la saltaba porque me di cuenta de que no funcionaba. Entonces hubo un momento casi de escritura libre. Pero no está tan construida como a mí me hubiera gustado para poder sufrir menos escribiendo. ¿Por qué el sufrimiento? Mi trabajo es escribir todos los días, entregar en plazo, cumplir compromisos con productores, con cineastas, con actores, mesas italianas. Sufrir escribiendo para mí no es muy habitual y no me gusta. Se idealiza la escritura frenética, por las noches, como un loco. Yo no. Yo escribo mis horas y si no he llegado donde quería llegar, da igual, mañana sigo. Si yo tengo que escribir diez folios al día, escribo diez folios al día sí o sí. Pero no me pasaba con la novela. Esa parte de ir perdido me resultó novedoso y traumático. Había días que no avanzaba. Entiendo que escribir una novela es diferente a escribir un guion, ahí no se puede dejar llevar. En Segundo premio un poco sí. Había una estructura, pero nos dejamos llevar. Isaki Lacuesta es el rey del dejarse llevar. Tiene una libertad y te pide una libertad que es maravillosa. Aunque en un guion tienes que llegar a un punto y cada 15 páginas está ocurriendo algo. Todo es construcción. Es como un edificio, no te puedes dejar llevar porque si no pones las vigas maestras donde son, se va a tomar por culo el edificio. La principal libertad la encuentro en el lenguaje. Yo intento que los libros sean poéticos y que los guiones también lo sean, que en los dos tenga importancia el lenguaje. ¿Se siente más liberado en la literatura que escribiendo para el cine? Me siento más yo. Me siento más liberado con el cine que con la literatura. Con la literatura tengo más responsabilidad, que es lo contrario a la liberación. Una responsabilidad con la editorial, con los libreros.... No sé, es una tontería, pero para mí la literatura tiene algo de valor todavía. Veo que ha encontrado en Granada un territorio literario. Antes me enorgullecía que mis guiones pudieran transcurrir en cualquier parte. Pero sí es un territorio literario y cinematográfico en [la serie] Romancero, Malaventura, Segundo premio y Crisálida. Y seguirá en el futuro porque tengo dos proyectos de películas que pasan por allí. La siguiente novela dudo si ambientarla en un sitio o en otro, pero podría transcurrir ahí porque algo tiene que ver con Granada. Supongo que tiene que ver con ser maduro como escritor, o con la pereza, porque odio documentarme. Me da envidia cuando alguien consigue hacer un sitio real inventado, como la Nueva Inglaterra misteriosa de Lovecraft, o el sur de los escritores sureños americanos del gótico. ¿Y esos padres hippies, contraculturales, marginales, son personajes que ha conocido? Sí. Sobre todo en esa época, cuando yo era niño. Entornos que yo conocía eran literalmente así. Hay personajes en la novela que son reales, con nombres cambiados, del ambiente de los bares de una época muy particular de los 80 en las provincias y además en una con un peso cultural tan importante como Granada. Había ese mundo de hippies postcomunistas, perdedores, pijos, todos mezclados. Una cosa muy de ciudad burguesa de provincias. Que yo tengo el recuerdo que igual ni siquiera es real. ¿Es esa Granada de 091 y Lagartija Nick, la Granada que conoce Joe Strummer? Claro. Aunque transcurre en Sierra Nevada, es muy importante en la novela esa ciudad que abandonan y a la que se vuelve cada tanto. Unos personajes como el Capitán y Madreselva solo pueden ser de allí. La novela transcurre en el 86. Antonio Arias, los punkis, el poeta Javier Egea, Luis García Montero, el flamenco que ya se mezclaba con los rockeros. Que evoca a los moriscos como grandes perdedores, los moriscos que se fueron a la Alpujarra y resistieron en la última ciudad en hacerse católica es una herida que arrastran los granadinos. Yo creo que Granada es una ciudad de gente herida, algunos son más o menos cínicos y otros llevan la herida más o menos con cierta honestidad. Esa poesía que surge en la ciudad, el flamenco, el rock, la literatura, eso tiene que ver con algo que hay ahí. Granada es una ciudad mitológica. También quería hablar de esa idea suya del regreso a la naturaleza como algo violento. Su libro no es neorrural. No. Para mí la naturaleza se parece más a la naturaleza salvaje del romanticismo. De esa idea de la naturaleza como símbolo de los personajes, que es algo muy pasado de moda. El espacio está creado por los personajes. No es un reflejo de un sitio real, desde luego. Y el retorno al campo no como una búsqueda que nos aleje de la ansiedad, sino que no es un retorno. Es un abandono. Irse al monte como un nuevo reto, un peligro y no como una cosa que te dé confort. He leído algunos libros en los que el personaje decide retirarse buscando algo y se encuentra con un entorno hostil. Eso me interesa más que la idealización de la naturaleza. No soy especialmente fan de Walden y el nature writing porque me parece un poco pijo. Lo ve también como una cuestión de clase. Sí, porque esta familia de esta novela se va al bosque porque era el único sitio al que ya pueden ir, porque se van orillando y lo siguiente sería el mar y lo siguiente sería coger un barco y lanzarse al océano. Pero primero acuden a los bosques porque pueden estar escondidos. El padre, el Capitán, busca algo de cierta pureza, pero también sabe a dónde va y por eso enseña a sus hijos a cazar, les enseña la sangre y los pone en un sitio violento. Y se lo dice: el bosque es ruidoso y peligroso y violento. Pero es una cuestión de clase, claro, la gente que dice que tiene una finca en no sé dónde y se permite largas escapadas de contacto con la naturaleza. Pues bueno, qué suerte tienes. Pero no mi caso. Ese contacto con la naturaleza me parece artificial. Me parece que responde a una especie de segundo advenimiento del New Age, buscando lo auténtico. Se supone que lo vas a encontrar en el campo y lo auténtico a lo mejor está en otro sitio, en lo que uno hace y cómo lo hace, cómo se comporta o en tus valores o en tu manera de relacionarte con la tecnología, o con el capitalismo, o con el trabajo, más que en ir al campo y seguir siendo un cabrón en el campo. Usted ha comentado que el concepto de hauntología se ha colado en el libro, ¿de qué manera? Soy un lector obsesivo de Mark Fisher y esa manera de hablar del terror que él tiene, en Lo raro y espeluznante, se ha colado en la idea de generar imágenes de una manera en la que dialogan el pasado y el futuro. La música que recomendaba Mark Fisher del sello Ghost Box es con la que yo he escrito este libro. Hay una especie de mundo estético que no sé explicar pero que está ahí. Desde luego lo usaba, lo leía, escuchaba la música, imaginaba el sanatorio que aparece en el libro como un guiño a los fantasmas que hay en el pasado, los fantasmas de mi vida. Mark Fisher se suicidó y yo pensaba en el Capitán como una especie de personaje espectrológico, como alguien que empieza a sentirse muy incómodo con el presente, tanto con la ecología como con el deterioro del planeta, como con la propia lucha de clase. ¿Puede ponerse una música e influenciar directamente la escritura? Claro que sí. Es como que le metes ahí un canal. Está conectado. Escucho los discos de Ghost Box y pienso aquí hay algo como música que se va deteriorando. Me pasa también con William Basinski, no tanto The Disintegration Loops pero sí su disco Melancholia, que también lo he usado mucho para escribir. Hay algo que me sugiere esa estética, me acompaña y me acaba llevando a la escritura. Llega un momento en el que estás escribiendo algo y, si la música es lo suficientemente buena, se te pega. Tú puedes querer empezar a escribir para esa música. Me acuerdo de algo que pasó, literalmente. Entró un sonido y creó una imagen. Es posible que fuera un sonido de Basinski o de Burial, un crujido o algo, me creó una capa de sonido que metí en la novela: la creación del cerebro del sanatorio en ese momento psicodélico final. No desvelamos nada. Esa idea surgió por la música. ¿Cuál es su explicación para que ese fluir de su escritura esté tan conectado a la música? Creo que puede tener que ver con que quiero dialogar con lo que estoy escribiendo. Hay muchos escritores que rehúyen las etiquetas pero a mí, quizá porque vengo de la crítica musical, me gusta conectar las cosas. Me parece generoso y necesario. Quizá me gusta que esté todo en diálogo. Cuando escribo películas, muchas veces las empiezo a escribir viendo secuencias de títulos de crédito. Miro la tipografía, la luz del título, con qué imagen han decidido empezar, si tiene música o no, y eso me sirve, necesito estímulos, cosas que me vayan guiando. Estaba viendo Rolling Thunder, la peli de Scorsese sobre la gira de Bob Dylan y cuando vi a la violinista empecé a ver a mi personaje Madreselva. Me gusta ser generoso y reconocerlo, no ocultarlo, no pensar que es mi imaginación, sino que le quité a Bob Dylan ese personaje. —Elena Cabrera

«Crisálida», de Fernando Navarro: cuando el amor es veneno y antídoto — Diario de León — 2 de marzo de 2025

04/03/2025

Para el escritor y guionista Fernando Navarro, su ciudad, Granada, es «mitológica y salvaje» y por eso la ha convertido en el territorio literario de Crisálida, una novela cruda, real y tierna como el amor, un sentimiento «torpe, que hace daño» y que es el motor de vida de sus ambiguos protagonistas. Pero al «final el amor es amor», apostilla en una entrevista con Efe este granadino curtido en guiones de películas como Segundo premio o Verónica que para escribir su segunda novela (Impedimenta) tuvo que irse a Santander, porque solo así conseguiría convertir a Granada en un lugar «mitológico». Porque, añade, solo así también la puede convertir en el fértil terreno donde se permite llevar al límite a el Capitán, Madreselva y a sus hijos, niños atrapados en esta suerte de país de Nunca Jamás, donde sus pies son raíces ancladas a un bosque imaginario que mira con temor y admiración a Sierra Nevada. Así es como ha hecho crecer en estas páginas al cabeza de familia de este grupo de almas sufrientes y vulnerables en continúa búsqueda de una libertad poliédrica e incomprensible a ojos de extraños. Tema ya abordado en su anterior obra Malaventura, y que en ésta lleva al límite. Lo hace porque se trata de una historia donde es la niña Nada, o ‘Ná’ (como se dice en granaíno), la voz de la historia, la que se levanta en un sanatorio para locos en la primera página y la encargada de contar cómo ha vivido junto a sus hermanos con unos padres que los amaban, pero que los aislaron de la sociedad, llegando a ser niños sucios, desnutridos y sin futuro. Unas vivencias duras, porque estos niños, que tienen por casa dos desvencijados coches, se llegan a morder por el hambre que sufren, pese a que la pátina que cubre estas páginas trasmina ternura. Lo que llevará al lector al punto donde quiere el autor: la ambigüedad moral. «Para mí era una manera de contar el amor, que es torpe, googque te hace daño, pero al final es amor. Al final yo me permití querer al Capitán, me permití explicar cuál es su herida. Que se llegue a la ambigüedad moral es importante, es decir, que nunca los malos son malos y los buenos son buenos», asevera. Y como nunca se atreverá a hablar del bien y del mal, confiesa, pues habla de «otras cosas», como el hecho de que en estas páginas hay una defensa salvaje de esta familia «imposible». Un núcleo de seres que su autor consigue hacer ver que se quieren aunque en el camino que recorren pasen cosas «horribles ». De vuelta a Nada, Navarro la utiliza también como si fuera un diapasón enloquecido que marca el ritmo de la lectura, una marcha frenética, como los pensamiento de la niña, que consigue marcar al lector haciendo desaparecer algunos signos de puntuación, sobre todo las comas. «Es la velocidad de sus pensamientos y para mí era coherente ese ritmo salvaje que tiene su cabeza, ese Tour de Force con el lenguaje en el que las pausas llegan cuando tienen que llegar, cuando ella se detiene, pero hay veces que no se detiene porque lo que le está pasando alrededor no se detiene», explica. Una novela en plano secuencia marcada por el ritmo vital de sus personajes. Reconoce que la música es esa musa que le acompaña a la hora de escribir. —Pilar Martín

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«Crisálida», de Fernando Navarro: la voz oscura — La Nueva España — 27 de febrero de 2025

27/02/2025

El ritmo sostenido a lo largo de las páginas de «Crisálida», primera novela de Fernando Navarro (Granada, 1980), imprime al libro un carácter que, más allá de otras circunstancias, determina la fisonomía de un libro que avanza a modo de letanía oscura hacia un final que, de alguna forma, rima con el inicio. Pensé en más de una ocasión en las tragedias griegas y en su corifeo, alzando la voz en nombre del coro, pero tal vez la voz de la niña Nada se dirija a sí misma tratando de comprender qué es lo que ocurre. Y lo que le ocurre no es fácil de desentrañar si aplicamos la lógica del costumbrismo, en lugar de aceptar la ficción como un lugar con sus propias coordenadas de espacio y de tiempo. Podemos jugar a los géneros y especular con lo fantástico, el terror, la novela de iniciación... incluso con la fábula social (si es que existe tal género). Da igual. El reto está en superar sus propios puntos de partida y a ello se pone Fernando Navarro. En una reciente entrevista confiesa su gusto por la literatura de género y que no le disgustan esos encasillamientos. Vivimos, creo, una feliz temporada en el infierno; quiero decir: atravesamos una época en que a diversas autoras y autores no le duelen prendas en partir de lo canónico para alcanzar nuevos territorios: pienso en Jon Bilbao o en Mariana Enriquez, capaces de contentar a los devotos de la trama, mostrando a la vez un subsuelo que proyecta sus historias más allá de cualquier avatar. (...) —Fernando Menéndez

La «Crisálida» de Fernando Navarro: violencia y oscuridad — RNE Audio, El Ojo Crítico — 26 de febrero de 2025

27/02/2025

Fernando Navarro nos presenta Crisálida. Además, el debate sobre restos humanos en museos, la vida extraterrestre y un nuevo descubrimientos en Pompeya. —El Ojo Crítico

Entrevista con Fernando Navarro, autor de «Crisálida»: "no tengo ningún interés en el lenguaje como rasgo de identidad" — Diario de Sevilla — 23 de febrero de 2025

27/02/2025

La publicación del libro de relatos Malaventura en 2022 se saldó con una legión de lectores cautivados por su formulación del western andaluz, atávico y extrañamente poético. Su autor, Fernando Navarro (Granada, 1980), ya había desarrollado una deslumbrante trayectoria como guionista de cine, con títulos como Verónica, Orígenes secretos y Bajocero, que quedó refrendada el año pasado con Segundo premio. Ahora, Navarro vuelve a las librerías con su primera novela, Crisálida, una historia inscrita en la mejor tradición gótica contada desde la voz de Nada, una niña que vive con su familia en un bosque perdido entre las Alpujarras y Sierra Nevada. Locura, terror, psicodelia y violencia son algunos de los ingredientes fundamentales de la novela, que publica Impedimenta y que comparte con Malaventura la adopción del habla andaluza (aunque algo más tamizada) como singular código expresivo. Pregunta.¿Andaba ya Nada entre las posibilidades para los relatos de Malaventura, o llegó después? Respuesta.Llegó después, aunque es cierto que Crisálida tiene algunas conexiones con Malaventura, como el recurso de la voz infantil y un lenguaje andaluz libre de tópicos. Además, el protagonista del último relato de Malaventura se llamaba El Capitán, como el padre de Nada. Pero quizá la principal conexión es que la primera idea para Crisálida tenía que ver con la ampliación del campo de batalla a partir de lo que había sido Malaventura. A partir de entonces entraron elementos con los que no contaba, como la fantasía y la psicodelia. Y entonces me topé con Nada. P.Un descubrimiento imprevisto. R.Así es. Fíjate, en realidad la idea original tenía que ver con un guion que me encargaron para una película de producción alemana, en la que se iba a contar la historia de una familia que vivía en un bosque perdido. Decidí recuperar el planteamiento para una novela que iba a narrar en tercera persona, pero no terminaba de hacerme con ella, tenía un hueco enorme delante y no acertaba a resolverlo. Hasta que apareció Nada y decidí que fuese ella quien contase la historia. Todo se hizo mucho más febril entonces, más irreal, tal y como yo pretendía. P.¿No le imponía respeto el reto de contar la historia desde la voz de una niña, tan distinta a la suya? R.Me olvidé de lo distinto y me centré en lo que Nada y yo teníamos en común. Hice lo mismo en el guion de Verónica que escribí para Paco Plaza y dio resultado: por más que fuese un proyecto diferente, Verónica no dejaba de ser una adolescente de 15 años enfrentada a su propia madurez. A través de Nada podía escribir sobre cuestiones que me atañen de manera muy directa, como la infancia, el paisaje y el lenguaje. No es un personaje muy sexualizado, en la novela se resiste a madurar, y ahí sí siento mucha conexión con ella porque yo también maduré tarde. Me resistía a abandonar la infancia. De modo que no me costó mucho contar a través de su voz. (...) —Pablo Bujalance

Fernando Navarro habla sobre «Crisálida»: en nombre del amor cometemos las mayores barbaridades — La Lectura, El Mundo — 21 de febrero de 2025

25/02/2025

Años antes de crear el áspero y lorquiano universo de Malaventura, el inquietante acid wéstern andaluz que fue su exitosa carta de presentación literaria, el escritor y guionista Fernando Navarro (Granada, 1980) –la pluma detrás de filmes como Verónica, Orígenes secretos o Segundo Premio– tuvo una idea para una película. Jugando con la hibridación en la que tan bien se mueve, el autor pretendía hacer una mezcla de novela de aprendizaje, historia de aventuras y cuento de terror gótico para narrar la historia de una familia, dos padres y cinco hijos, que se echa a vivir al bosque huyendo radicalmente de la sociedad. «En un principio, sólo era una sinopsis para una película que iba a rodar con una directora alemana sobre la familia, un tema muy típico de la tradición centroeuropea, pero quería hacer algo un poco más salvaje, más violento, más mediterráneo», cuenta Navarro sobre el origen de Crisálida (Impedimenta), una inquietante y cruda fábula, onírica, metafórica y profunda que, a través de esta sencilla historia de abandono del mundo aborda temas como la degeneración hacia el salvajismo del ser humano, el desamparo infantil y la imposibilidad de crecer o la necesidad de crearnos rutinas y mitos para sobrevivir. «La película finalmente no salió, pero la historia iba llamándome cada poco tiempo. Solamente me faltaba encontrar la voz», prosigue el escritor. Y es que una de las claves de Crisálida es la perturbadora y poco fiable narradora, Nada –o Ná, como la llaman sus hermanos–, una adolescente que recrea internada en un psiquiátrico cómo fue el descenso a los infiernos y la libertad que vivió su familia. «Estaba muy perdido, hasta que me dije: ¿Quién cuenta esto? ¿Cómo lo cuenta? ¿Cómo expresa ese trauma? ¿Diría esto, esta niña contaría esto, se atrevería incluso a pensar en esto? Y cuando encontré la voz y pude destilarla en esa primera persona y esa manera de hablar que tenía la niña, fue cuando la historia salió sola», relata Navarro. Así, Nada nos cuenta desde su encierro en el sanatorio cómo su padre, el Capitán, un hippie buscavidas y fracasado, levemente drogadicto y de buena y opusdeísta familia, decidió un buen día dejar atrás la corrupción de un mundo que le rechazaba e irse con su mujer y sus cinco hijos a una remota zona de Sierra Nevada. «Nos movía como si fuera un dios porque siempre pensó que era un profeta un santo un elegido. Nuestro jefe. Nuestro amo. [...] No éramos niños, éramos sus soldados, sus juguetes, sus esclavos, sus discípulos, sus muñecos», escribe la protagonista en recuerdos fragmentados, plagados de saltos temporales, alucinaciones entre místicas y psicodélicas y reveladores silencios. El primero, el de sus nombres, que el padre les hurta nada más llegar, antes de comenzar un régimen cruel lleno de violencia que va, poco a poco, deshumanizando a la familia. «El padre es un personaje ambiguo, es cruel y arbitrario, pero los lleva al bosque por amor. Él quiere a sus hijos y cree sinceramente que en realidad los está salvando de un mundo terrible que a él le ha destrozado. Lo que demuestra que en nombre del amor cometemos las mayores barbaridades», reflexiona Navarro que, como guiño a sus lectores, reconoce que este hombre está inspirado en el protagonista del último relato de Malaventura, pero «hipervitaminado». «Me gusta explorar estos personajes oscuros, estos villanos tipo el capitán Ahab, Long John Silver, el Kurtz o el Lord Jim de Joseph Conrad, cuya complejidad y capas los convierte en seres fascinantes», dice. «Nunca sabemos por qué decide irse, pero se intuye, y quería reflexionar sobre este gesto tan romantizado, casi más punk que hippie, de romper con el mundo, de abandonarlo todo, que es muy seductor y al mismo tiempo muy insensato». Insensato porque, como refleja la novela, la naturaleza no es un territorio agradable ni humano. «Estoy en contra de ese mito moderno del Walden de Thoreau que nos ha vendido la naturaleza como ese lugar de retiro idílico. No entiendo esta fiebre neorruralista actual. La naturaleza siempre es salvaje, no idílica», defiende Navarro. «Cuando se dice eso de que la naturaleza nos salvará, yo pienso en lo contrario. Salvando los excesos, la tecnología, el alcantarillado, la electricidad... todo eso es lo que nos salva y nos permite estar sanos y no volvernos salvajes. El bosque de esta novela es un territorio hostil, hay un frío helador, si no cazas, no comes. O matas o te mata». En este sentido, la novela encierra una crudeza angustiante que nace de la dura realidad a la que se ven abocados estos niños, que pronto deben luchar por sobrevivir en la más absoluta precariedad moral y material. Sin embargo, la violencia, que la hay, nunca es gratuita. «No buscaba hacer un libro desagradable, sino que fuera crudo, salvaje, porque el hombre es muy salvaje, y en estado salvaje, es más salvaje todavía. Sin querer buscar el escándalo ni hacer nada especialmente truculento, sí que necesitaba que los personajes estuvieran libres y se comportaran con libertad. Y en libertad, unos niños pueden ser muy peligrosos», apunta Navarro, que cita como referentes de historias de niños perversos obras como El hijo cambiado, de Joy Williams o Claus y Lucas, de Ágota Kristóf. «Por eso, junto a la violencia añadí muchos elementos de lo que podrían inventar unos niños en esta situación, juegos, animales imaginarios, canciones... Todo un mundo onírico que, en buena medida a través del lenguaje, suaviza lo narrado. Como decía Foster Wallace: ‘La literatura tiene que confortar a los que están perturbados y perturbar a los que están tranquilos’». Así llegamos al tema clave de Crisálida, que no es otro que la infancia, explorada aquí en todas sus formas. «Siempre me ha interesado la infancia como tema. Es verdad que mi generación se crió mucho con esto, con las películas de Víctor Erice o Carlos Saura, narradas siempre desde la mirada del niño. Quizá por eso me interesa la mirada infantil hacia el mundo, ver la realidad con ese filtro que no es inmaduro, sino inocente y sabio a la vez, infantil», explica el escritor. «Siempre se habla del paraíso de la infancia, impera esa idea, como decía Panero, de que la infancia se vive y después sólo se sobrevive, pero yo quería explorar lo contrario, el desamparo, el abandono, qué pasa cuando tu infancia se ve interrumpida y debes convertirte en un niño adulto». No obstante, Navarro defiende que aún en el peor de los casos, «incluso si es dura y cruel, la infancia sigue recordándose con nostalgia. Bl escritor J. G. Ballard -el autor de culto de El Imperio del sol que pasó parte de la Segunda Guerra Mundial encerrado en un campo japonés- siempre contaba que los mejores anos de su vida fueron los del campo de prisioneros, cuando era niño, creciendo, y que aunque pasaba era hambre, frío, no dormía, pero estaba jugando, la vida era un juego, había posibilidades…», relata. «Hay un momento de el Capitán que me gusta cuando, desde su mente desquiciada, dice a sus hijos: ¿No os dais cuenta de lo que de crecer si lo mejor es esto?. En cierto sentido, tiene razón. Si esos niños pudieran hablar siendo adultos, recordarían los años en el bosque, a pesar de su brutalidad, sus privaciones, su locura, con alegría y nostalgia». No nos compete desvelar todo lo que ocurre en la novela, pero aunque lo hiciéramos, no cambiaría en buena medida la experiencia del lector, porque Crisálida es mucho más que esta simple historia. Una virtud que nace del uso del lenguaje y del particular universo creado por Navarro, que bebe mucho de su trabajo en el cine y sus referentes literarios. «Me gusta cuando una cosa real puede convertirse en un cuento a través de lo hipnótico y de lo psicodélico, eso que decía David Lynch, que en paz descanse, de que para él las películas eran sueños», apunta. «Y también me gusta cuando la literatura se desliza hacia lo inquietante, hacia lo fantástico, como las obras de Pilar Pedraza, Cristina Fernández Cubas, Pilar Adón, Cartarescu, Kafka…». «Antes que nada soy lector, y me fascina cuando encuentras un libro en el que hay algo en el lenguaje que no te esperabas. He querido plantear este juego a quien lo lea, que diga: No me esperaba que esto iba a estar contado desde esta niña, que b a a hablar así, que iba a callarse en este momento, que iba a ver esta elipsis, que de repente iban a saltar a una muerte cuando parece que estaba todo en calma, que iba a haber dos espacios…», explica. «Mi intención es llevar a la gente a sitios que no se imaginaba al abrir el libro, que leer la sinopsis no le lleve a ningún lado y dé igual. La idea es que el lector elija qué ha pasado con la niña, que decida dónde le gustaría que fuera más feliz y dónde la quiere situar, si en una piscina flotando feliz, en un bosque perdida, en una cueva con un gigante… Esa es la magia de la literatura», concluye. —Andrés Seoane

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Fernando Navarro habla sobre «Crisálida» — RNE Audio, Hoy empieza todo 2 — 11 de febrero de 2025

25/02/2025

El guionista Fernando Navarro nos viene a presentar «Crisálida» su primera novela editada por Impedimenta. Una historia sin una fecha concreta, atemporal y capaz de unir pasado y presente difuminando las referencias. —Hoy empieza todo 2

Fernando Navarro habla sobre «Crisálida» — RTVE, Página Dos — 19 de febrero de 2025

25/02/2025

Página Dos se adentra en una historia de terror con toques lisérgicos y fantásticos con Crisálida, de Fernando Navarro. Por otro lado, Manuel Astur presenta su poemario sobre la naturaleza, El futuro siempre verde. Los problemas de las "ciudades marca" se abordan en Ciudad Clickbait, de Vicent Molin. —Óscar Lopez

«Crisálida», de Fernando Navarro, una tribu a lo tarantino — El Cultural — 14/20 de febrero de 2025

14/02/2025

Subrayé en su momento, hace un par de años, a propósito del primer libro narrativo de Fernando Navarro (Granada, 1980), Malaventura, cómo la libérrima concepción de la literatura producía una fuerte sensación de extrañeza. Lo mismo cabe decir del salto que el autor da en Crisálida desde el disperso conjunto de relatos hasta la novela unitaria. Crisálida viene colmada de rareza desde el inicio y así continua toda la obra. En el comienzo, una niña llamada Nada habla desde un intrigante sanatorio adonde ha llegado misteriosamente y evoca insólitas peripecias sucedidas con un tal Capitán. Este, “el jefe”, “el amo”, apodado también Papá Ceniza, Papá Niebla, Papá Dios y Papá Abismo, encerró a sus hijos entre secuoyas perdidas en un monte mágico o mítico, la Montaña del Tigre. La estancia problemática de Nada en el presunto manicomio reaparece a lo largo de la enrevesada trama a la manera de hilo que engarza las cuentas de una abigarrada peripecia familiar de corte más o menos realista. El Capitán y su mujer, Madreselva, sacan a sus cinco hijos (Nada, la narradora, y sus hermanos, a quienes el padre quitó los nombres y los bautizó como Cuarzo, Rayo, Columbina y Cachorro) de la ciudad andaluza en que residen, “Graná”, y los trasladan a un bosque recóndito y tenebroso. La razón de esta excursión /secuestro se debe a las creencias del Capitán, un chiflado a quien acompaña la empastillada Madreselva. El ideario del Capitán conjuga una mezcla explosiva de militancia contra la civilización y de fundamentaismo naturalista. Este talibán arrastra a los suyos a una cadena de sucesos gravísimos signados por la violencia que resultan, en unas cuantas ocasiones, estremecedores. Sangre abundante, atrocidades varias, crueldades insólitas, cainismo, incesto, enfrentamientos salvajes, suicidio y hasta antropofagia llenan el libro. Algunas escenas revuelven el estómago por la acumulación de truculencias y exhibición de casquería. Navarro hace alarde de una libertad imaginativa sin coto. La trama anecdótica que en buena medida filia la novela con un relato de aventuras (terribles, eso sí) se contamina también con las narraciones de terror. Por otra parte, este mundo espantosamente cruel y esta epopeya de la maldad; este conjunto de rasgos que enmarcan el aprendizaje de la vida por medio de experiencias espeluznantes bascula entre descripciones minuciosas de sevicias y variadas clases de salvajismo naturalistas e hipérboles que producen paradójicos efectos humorísticos. En esta abigarrada invención patentiza el autor su singularidad. Se ve en el anecdotario. Por un lado, una fábula visionaria apunta a sentidos simbólicos. Por otro, y al contrario, tenemos el realismo costumbrista del hambre y las privaciones en el monte de esos excéntricos robinsones. Conviven componentes del todo irreconciliables, lo metafísico figurado en el místico ascenso a la montaña mágica y lo cotidiano encarnado en detalles como las furgonetas ruinosas que la familia utiliza de alojamiento, los atracos que el Capitán comete en incursiones a pueblos cercanos o el funcionario de la Junta que busca proteger a los niños. También la peculiaridad afecta al estilo: se evidencia en el léxico coloquial y en las transcripciones fonéticas populares (“pa”, “abogao”, “carapicá”…). Dando por buena la aleación contra natura de aventuras, terror, leyenda, mito y un pellizco de estampa contemporánea, con frecuencia todo ello de tintes tarantinescos, puede uno disfrutar con la historia de esa niña Peter Pan que quiere detener su vida en el estado de crisálida. Con tal cantidad de atrocidades, lo de disfrutar es, claro, una manera de hablar. Creo que me explico. —Santos Sanz Villanueva

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«Crisálida» entre los libros más esperados de febrero — El Español, El Cultural – 3 de febrero de 2025

06/02/2025

Febrero se presenta con regresos literarios tan esperados como el de Javier Sierra y el de Ildefonso Falcones, que publica la tercera entrega de la exitosa saga de La catedral del mar. También en España ha generado grandes expectativas la biografía de Franco, a cargo de Julián Casanova. En el plano internacional, estaremos muy atentos a las novelas de Elizabeth Strout, James Ellroy y Karl Ove Knausgård. (...) Crisálida Fernando Navarro Impedimenta. 24 de febrero Su anterior novela, Malaventura, fue un sorprende éxito de crítica y público. A través de unos personajes extraídos de la baja Andalucía, compuso un artefacto narrativo misterioso y sugerente. Al autor le interesa, según expresó en El Cultural, "el territorio como espacio mitológico, la contención del espacio y el tiempo narrativo y elementos más bien expresionistas, como la brujería o el esoterismo". Emplazado en las Alpujarras, el nuevo libro de Navarro sigue esa línea: no faltan los elementos sobrenaturales, las referencias al sur desde la óptica más oscura, los sueños, la fe, la mística, la psicodelia... Shirley Jackson y Stephen King son, según sus editores, algunos de los ecos de su nueva obra. (...) —Jaime Cedillo

«Crisálida» en el top de los libros andaluces más anticipados del 2025 — El Diario — 14 de enero de 2025

06/02/2025

El buen estado de forma de las letras andaluzas viene siendo una constante desde hace muchos años, y 2025 no va a ser una excepción. Las plumas sureñas publican regularmente en los principales sellos editoriales, acaparan premios y en algunos casos llegan incluso a marcar el rumbo de la literatura española actual. Aquí recogemos doce libros que volverán a demostrar este año esa vitalidad. (...) Fernando Navarro, ‘Crisálida’ (Impedimenta) También en febrero, en concreto el día 24, llegará a las librerías la nueva obra de este escritor y guionista granadino que ya deslumbró con "Malaventura". “Crisálida tiene en común con "Malaventura" esa idea de conjugar la literatura y los espacios mitológicos sureños. Si en aquélla era un desierto, ahora es un bosque, ambos localizados más o menos en la realidad: paso del desierto de Tabernas a las montañas de Sierra. (...) —Alejandro Luque

Autor: Navarro, Fernando

Nacido en Granada en 1980, Fernando Navarro es uno de los guionistas más activos y prolíficos del cine español. Ha colaborado con cineastas como Álex de la Iglesia, Isaki Lacuesta, Rodrigo Cortés, Paco Plaza o Jaume Balagueró. Ha sido dos veces nominado a los Premios Goya, en las categorías de Mejor Guion Original y Mejor Guion Adaptado. En Impedimenta ha publicado su libro de relatos Malaventura (2022), que se alzó con el Premio Setenil 2022 y con el premio a Mejor Autor Revelación en los Premios de Literatura Vanity Fair by Openbank. También ha colaborado en medios como Radio3 o Cadena SER, donde dirigió el podcast de terror Vuelo de Brujas. Su último guion, Segundo premio (2024), se alzó con la Biznaga de Oro en el Festival de Málaga y fue elegida candidata a los Premios Oscar en la categoría de Mejor Película Internacional.

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