Buscador de libros
Busqueda avanzada- N° páginas : 120
- Medidas: 190 x 140 mm.
- Peso: gr
- Encuadernación: Rústica
HONGOS DE YUGGOTH LOVECRAFT,HOWARD PHILLIPS
Brillante obra del inquietante H. P. Lovecraft . Idioma profundo. Curiosidad editorial.
¿Quieres comprar este libro? Busca tu librería más cercana
Sinopsis
El libro en los medios
HONGOS DE YUGGOTH. Texto: Ángel Muñoz. Revista PLATAFORMA 21
HONGOS DE YUGGOTH H.P. Lovecraft Cangrejo Pistolero Ediciones, 2011 Texto: Ángel Muñoz Comienzo de nuevo la reseña de un libro haciendo hincapié en la tarea fundamental del editor, más en este caso, un título clásico de un autor clave de la literatura, en el que precisamente el valor añadido lo aporta el continente, y no el contenido. En el caso que nos ocupa, la cuidadosa editorial Cangrejo Pistolero, en su línea, ha sacado a la calle un pequeño volumen hecho para el disfrute de los sentidos, para admirarlo a cada página aumentando el placer de su lectura. Esta edición bilingüe del poemario de Lovecraft Hongos de Yuggoth, maravillosamente traducida por Luis Gámez y muy acertadamente prologada por Luis Calvo, está cuidada hasta el extremo; se detallan las calidades del papel y las tintas, las guardas y páginas de transición entre ediciones están impresas con unos bellos motivos geométricos contribuyendo a la sensación gótica y oscura que se quiere transmitir. Y tal vez lo mejor, las ilustraciones de las artistas argentinas Carmen Burguess y Daniela Zahra que jalonan el libro. Elegantes y enigmáticas, con un punto naif pero terrible, se adaptan como un guante a las visiones del genio de Providence. Una maravilla de libro. Precioso. Y ahora hablaremos del poemario, del contenido. Poco se puede decir ya que no se haya dicho de H.P. Lovecraft, el genio misterioso de Providence, el gran renovador del cuento de terror. Creador de un universo propio y oscuro, de una mitología propia imitada hasta la saciedad y nunca alcanzada si quiera, se apartó del cuento tradicional para entroncar con la ciencia ficción y erigirse en el referente del terror cósmico. Pero así como su narrativa, original y brillante, deslumbra y marca a cada lectura, su poesía, casi desconocida, se puede considerar al menos mediocre, y el propio Lovecraft en varias cartas y escritos reconocía que se limitaba a imitar a clásicos decimonónicos, caducos en sus esquemas y temáticas, tal vez para recrear esa atmósfera añeja a la hora de crear sus grandiosos mitos narrativos. Y en un momento dado tuvo la necesidad de cortar con esa lírica para renovarla y que camine en paralelo a su narrativa bebiendo de la misma temática y de sus mitos. Y de ahí este Fungi from Yuggoth. Versos sobre Antiguos, sobre ciclos míticos oscuros y olvidados, sobre horrores cósmicos innombrables ceñidos a cotidianeidades horrendas. Los motivos y la temática son los mismos que en la misma deslumbrante narrativa de Lovecraft, tal vez sin alcanzar su altura, pero precisamente, tal vez ese sea el punto diferenciador de este poemario. El ideario del de Providence aparece desnudo y esquemático, un horror no amortiguado que deja los versos siempre abiertos, con una interrogante; siempre con un fogonazo terrorífico que obliga a la mente del lector a imaginarse lo siguiente, a dar el terrible paso en el vacío. "Mirando esa cara muerta bajo la capucha, abandoné toda esperanza, porque comprendí..." o " Loca y silenciosa celebración de los muertos arrastrándose... ¡Y ni un cadáver tenía manos ni cabeza!" enormes finales para atormentar la imaginación una noche de tormenta. Precioso volumen para reencontrarse o descubrir la desconocida lírica del genio de lo oscuro.
"Los callejones del subconsciente" (Diario de Sevilla, 20 diciembre)
"El Cangrejo Pistolero inicia una nueva colección, "Visionarios", con la publicación de "Hongos de Yuggoth", un libro de poemas de Lovecraft en el que se perciben muchas de las claves de la narrativa del autor".
Los callejones del subconsciente. H. P. Lovecraft.
Los callejones del subconsciente El Cangrejo Pistolero inicia una nueva colección, "Visionarios", con la publicación de "Hongos de Yuggoth", un libro de poemas de Lovecraft en el que se perciben muchas de las claves de la narrativa del autor Braulio Ortiz / SEVILLA | Actualizado 19.12.2011 - 05:00 A pesar de que en los registros de la narrativa H. P. Lovecraft estaba transitando por "el mismo terreno extraño y asombroso que otros visionarios como Poe o Machen", su poesía, sostiene Javier Calvo, adolecía de cierto conservadurismo; es hoy, más allá de Hongos de Yuggoth, un conjunto de versos que sobresale del resto, una producción "completamente desconocida", considerada "unánimemente infumable". El escritor barcelonésve en Hongos de Yuggoth "una especie de destilado de las imágenes psíquicamente imperecederas de los relatos de madurez de Lovecraft", un torrente de "sueños rimados, sondas directas al inconsciente de su autor" desplegado desde una mirada adelantada a su tiempo, de un modo "esencialmente anti-narrativo y en mayor o menor medida ininteligible". La introducción que ha elaborado Calvo, un nombre respetado de la última literatura española gracias a obras como Mundo maravilloso o Corona de flores, es uno de los atractivos de la cuidada edición que la editorial sevillana El Cangrejo Pistolero ha sacado de Hongos de Yuggoth. El primer título de la nueva colección Visionarios aparece en las librerías con traducción de Luis Gámez, quien encontró estimulante la adaptación al español. "Se aprende mucho traduciendo a Lovecraft. Su lenguaje es deliberadamente arcaico, pero he disfrutado mucho traduciendo, corrigiendo y recorrigiendo estos textos". El proyecto se completó con la visión de las ilustradoras Carmen Burguess y Daniela Zahra, que desde Buenos Aires, explica Gámez, aportaron una sensibilidad "lúgubre, pero a la vez iluminada, terrorífica y hermosa". Aunque la poesía de Lovecraft está eclipsada por la resonancia que han tenido sus narraciones, el de Providence era un amante del género: ya recitaba versos a los 2 años, como se detalla entre algunos datos curiosos que se incluyen al final de esta edición. "La cultivó durante largos periodos de creación, incluso de forma exclusiva", observa Gámez, quien señala a Edgar Allan Poe como uno de los maestros de Lovecraft. "Pero sus poéticas líricas son muy distintas. Poe es de una modernidad rotunda; Lovecraft, de una antigüedad decadente", matiza. En Hongos de Yuggoth los admiradores del autor percibirán un buen puñado de elementos característicos de su narrativa. Uno de ellos sería, resalta el traductor, la propia estructura de los sonetos, "que en esta versión además se presentan como pequeños relatos en prosa, ya que en su mayoría presentan breves escenas narrativas que explotan recursos típicamente lovecraftianos como el giro final sorprendente y, por supuesto, el terror cósmico". También aparecen por los versos escenarios y personajes "reconocibles de su obra en prosa, como Nyarlathotep o Azathoth, la Antártida y los callejones sucios de ciudades portuarias, el propio territorio de Yuggoth al que se refiere el título o la referencia a los míticos Antiguos". Gámez sopesa que esa imagen de ermitaño que ha perdurado de Lovecraft podría corresponderse con la realidad, a tenor de los numerosos testimonios que apuntan en esa dirección. "Niño enfermizo y sobreprotegido, abandonó muy pronto el colegio para formarse por sí mismo y nunca se alejó por mucho tiempo de su Providence natal excepto a la caza de las raras antigüedades de librero que gustaba coleccionar. Sólo tuvo relaciones con una mujer, lo cual alimenta el mito de su asexualidad, a pesar de que ella siempre afirmase que en su breve vida conjunta él siempre fue un marido cumplidor, y, a pesar de las paupérrimas condiciones materiales en que llegó a encontrarse, nunca abandonó el orgullo de su casta -el antiguo linaje wasp del que tanto se ufanaba-, lo que implica además una relación problemática con el racismo. Problemática para los comentaristas, no para él", expone el especialista. Pese a su carácter tímido y retraído, Lovecraft mantendría relación -eso sí, epistolar- con numerosos aficionados. Sus seguidores se verían "no sólo influidos por Lovecraft, sino alentados a extender la mitología que originalmente creara el de Providence, mucho menos sistemática en su obra de lo que luego ha llegado a ser en manos de algunos de estos corresponsales convertidos ellos mismos en escritores". Ejemplo de esta pasión sería, por ejemplo, August Derleth, que "se encargaría personalmente de extender el legado de su maestro y amigo a su muerte con la creación de una editorial cuyo único autor sería el propio Lovecraft, Arkham House". Lovecraft es una invitación a lo impredecible, como sabe Gámez, que defiende que "más que de cualquier otro escritor, se puede afirmar de él que lo amarás o lo detestarás". Su prestigio, concluye el traductor, se podría atribuir a "su tremenda originalidad -la mezcla del terror gótico heredado de Poe o Hawthorne, el ritualismo ominoso de Machen o la ciencia ficción trascendental de H. G. Wells-, su capacidad para cambiar el rumbo de todo un género; después a la calidad de una obra que, aunque irregular, siempre está a la altura, y, para terminar, al propio carácter legendario del autor".
"Samhain lovecraftiano" (Blog Homo libros, 1 noviembre)
Brillante obra del inquietante H. P. Lovecraft . Idioma profundo. Curiosidad editorial.
Samhain lovecraftiano
Asistiendo a una lectura poética unos meses atrás me enteré de que se estaba gestando la publicación de una edición en castellano de Hongos de Yuggoth, el conocido poemario de H. P. Lovecraft, de boca del propio traductor. Ni corto ni perezoso, como buen seguidor del oscuro escritor de Providence, me puse manos a la obra con el objetivo de hacerme con una copia del libro en cuanto fuese publicado buscando, como no podía ser de otro modo, disfrutar de la lectura de estos poemas, y por otro lado, deseando compartirla con vosotros a través del blog. Dicho y hecho, me puse en contacto con la editorial y les solicité una copia del libro, a ser posible un poco antes de que apareciese en las librerías, con la intención de que la reseña apareciese aproximadamente en el mismo momento en que el libro estuviera disponible para sus lectores. Por azarosas circunstancias esto no ha podido ser así, si bien desde Cangrejo Pistolero Ediciones tuvieron la gentileza de regalarme la copia del libro, algo que desde aquí aprovecho para agradecerles. Abortado el plan primigenio, decidí publicar la entrada con la reseña en una fecha propicia y relacionada con la temática del libro. Si bien Lovecraft poco tiene que ver con Samhain, con aparecidos y brujas, con vísperas del Día de Todos los Santos o Halloween varios, sí que la cosmogonía que recogen sus escritos ha constituido el alimento necesario para que enfebrecidas mentes hayan divagado durante años por la difusa frontera que separa la cordura de la demencia. Solo por eso ya merecía aparecer por aquí en una noche como la de hoy. Yuggoth, el planeta mitológico donde Lovecraft sitúa el origen de cuanto acontece en estos poemas, aparece descrito en otras de sus obras como, por ejemplo, en el relato «El susurrador en la oscuridad». Allí se nos habla de Yuggoth y de los extraños seres que alberga este planeta: «En Yuggoth hay inmensas ciudades... interminables hileras de torres construidas en terrazas de piedra negra, como la muestra que traté de enviarle. Procedía de Yuggoth. La luz del sol no es más fuerte que la de una estrella, pero los seres no precisan luz. Poseen otros sentidos más sutiles, y en sus mansiones y templos no hay ventanas. La luz incluso les hiere, molesta y entorpece sus movimientos, pues no existe la menor traza de ella en el oscuro cosmos allende el tiempo y el espacio del que son originarios. Bastaría una visita a Yuggoth para volver loco a un hombre débil... pero yo voy a ir allá. Los ríos negros de alquitrán que discurren bajo esos misteriosos puentes ciclópeos ?obra de una antigua raza extinguida y olvidada antes de que los seres llegaran a Yuggoth procedentes de los últimos vacíos?, debieran bastar para hacer un Dante o un Poe de cualquier hombre.., si conserva el juicio el tiempo suficiente para contar lo que ha visto. [?] «Pero recuerde: no hay nada de terrible en ese oscuro mundo de jardines fungiformes y ciudades sin ventanas... aunque así nos lo parezca a nosotros. Probablemente nuestro mundo les pareció igual de terrible a los seres cuando lo exploraron por vez primera en épocas remotas. La edición del Cangrejo Pistolero de los poemas de Hongos de Yuggoth está cuidada al detalle. Presentada en rústica, el papel es de calidad y el formato en el que aparecen los poemas no es el que acostumbramos a encontrar en una edición bilingüe. Es, quizás, menos cómodo para el lector que recurra una y otra vez a comparar las traducciones con los textos originales, pero no deja de ser original que encontremos todos los poemas en castellano en un bloque inicial y, justo después, en blanco sobre negro, los textos en inglés. El libro pertenece a la colección de poesía ilustrada «Visionarios» así que obviamente incorpora numerosas y preciosas ilustraciones a cargo de Carmen Burguess y Daniela Zahra, y la traducción ha corrido a cargo de Luis Gámez, cotraductor de la archiconocida Guía de supervivencia zombie, de Max Brooks. Pero como esta edición en particular tiene un especial interés para Azote Ortográfico, le doy a ella la palabra en esta entrada escrita a cuatro manos, sentándome junto a vosotros a leer sus palabras. Leo en el prólogo de Javier Calvo, sobre Lovecraft, que «Lo intraducible es su idioma profundo». Cierto es que el americano es uno de esos escritores que sugieren mucho más de lo que dicen, que provocan escalofríos más allá del significado objetivo de los términos y, además, calan en el lector hasta un punto en que cuesta detenerse tras una lectura iniciática: Lovecraft irremisiblemente pide más Lovecraft. Elevado a los altares de la literatura de terror por méritos propios, la poesía del de Providence no goza, sin embargo, de la misma aceptación entre sus lectores, pese a que Hongos de Yuggoth sea una perfecta amalgama de ritmo, rima y esencia lovecraftiana, a mi entender al menos. Esta edición bilingüe permite a los amantes de la poesía anglosajona gozar de esa cosmogonía tan singular; los giros argumentales, sorprendentes y característicos a la vez, que tan habitualmente pueblan sus relatos y, además, esa sonoridad que los pies yámbicos confieren a cada verso, engarzados minuciosamente en poemas que bien podrían calificarse de microrrelatos líricos. Debo decir, no obstante, que a pesar de que mi objetividad a la hora de juzgar la traducción podría haberse visto menoscabada por el hecho de que Luis Gámez, el «traidor» temerario que se ha embarcado en una tarea tan titánica como traducir los poemas de Lovecraft, es mucho más que un viejo amigo para la que escribe, no ha sido este el caso. No ya porque sacar los colores a alguien a quien aprecias tanto siempre es difícil, sino porque Luis no me ha dado la oportunidad de hacerlo. Al enfrentarme cara a cara con su interpretación, sentí en todo momento que su trabajo, minucioso, exhaustivo y, sobre todo, cargado de mimo a la hora de tratar el texto responde sin duda a lo que cabría esperar de él: un respeto total a la naturaleza de Lovecraft. Si bien apenas tengo objeciones relacionadas con la traducción (que, no obstante, carece del ritmo que caracteriza al original, debido sobre todo a la pérdida de los pies yámbicos, así como de la rima), centradas por otro lado en sutilezas de interpretación más o menos libre, sí las tengo, en primer lugar, con la disposición gráfica de los textos traducidos. Aunque es encomiable que se haya querido respetar la simetría visual de los originales, el hecho de que los versos en español no cuadren con los ingleses y se abuse de unos encabalgamientos abruptos que no aparecen en estos rompe de alguna manera el efecto poético de los mismos. A grandes rasgos, convierte cada poema en una prosificación del original. En segundo lugar, la pérdida del ritmo del original, aunque inevitable, combinada con lo anterior resta lirismo al resultado final. Con todo, y volviendo al prólogo de Javier Calvo, ha sabido evitar sabiamente lo que este refiere con respecto a las obras traducidas de Lovecraft: que imitan «la letra pero sin el espíritu. Son como un niño que copia las letras de un texto sin saber leer». Los sacrificios cuasi forzosos realizados en relación con el original, esto es, el ritmo y la rima, han allanado el camino para que el espíritu del autor campe a sus anchas. Así, pese a la renuncia a la forma, el fondo ha sido digno del mayor de los respetos en la loable traducción de Gámez. Bien hecho, hermano. En resumen, esta nueva edición de Hongos de Yuggoth constituye una cita ineludible para cualquier seguidor de Lovecraft que se precie de serlo. Si sois osados, venid y acompañadnos en un recorrido entre hongos. ¡Feliz lectura! P. S.: La presente constituye la entrada nº 222 del blog a día 1/11/11. Curiosa conjunción numérica, ¿verdad? Me pregunto qué opinaría Abdul Alhazred sobre esto...
"Luis Gamez le da la mano a Lovecraft en esta brillante obra, nos regala una traducción impecable y una clara continuidad". (Blog Culturamas)
"Las ilustraciones que acompañan al libro, realizadas por Carmen Burguess y Daniela Zhara, nos invitan a introducirnos en un mundo oscuro y tétrico. El Cangrejo Pistolero ha conseguido con esta edición bilingüe atrapar al lector y provocarle un estado de sorpresa continua".
Hongos de Yuggoth
HONGOS DE YUGGOTH, H.P. Lovecraft Edición bilingüe. Traducción de Luis Gámez. Prólogo de Javier Calvo. Ilustran Carmen Burguess y Daniela Zahra. Ed. El Cangrejo Pistoleros Ediciones. 2011. 110 pag. Por Begoña Callejón Aliaga Luis Gamez le da la mano a Lovecraft en esta brillante obra, nos regala una traducción impecable y una clara continuidad. Las ilustraciones que acompañan al libro, realizadas por Carmen Burguess y Daniela Zhara, nos invitan a introducirnos en un mundo oscuro y tétrico. El Cangrejo Pistolero ha conseguido con esta edición bilingüe atrapar al lector y provocarle un estado de sorpresa continua. Lovecraft fue un poeta y novelista norteamericano nacido en Providence, Rhode Island en 1890. Su gran inteligencia y desbordante imaginación hicieron que iniciara la carrera literaria desde muy joven. Inspirado en su ídolo, Edgar Allan Poe, y atraído por la literatura imaginativa, escribió relatos fantásticos que sólo se hicieron famosos después de su muerte. Finalmente falleció de cáncer en 1937. Los textos y versos de Lovecraft se han convertido en un icono para jóvenes solitarios, para esos melancólicos de las noches de invierno, aquellos que están ligados al ensueño terrorífico de sus palabras. Cuando cerramos el libro, es decir cuando despertamos, nada parece ser lo mismo. Cuando lo maligno se eleva nos ofrece irregularidades, otras perspectivas, otras aventuras que vibran y florecen en el instante en el que las observamos. Esta obra de terror gótico bastante ortodoxa, está escrita en verso. A lo largo de treinta y seis sonetos nos introduce en una serie onírica de versos para provocarnos un miedo atroz y adentrarnos en el subconsciente. El deseo morboso, la voz lírica y la simbología, nos convierten en parte de los versos, perdemos nuestra esencia y nos convertimos en palabras, en letras acostumbradas a la noche, al ocaso invernal. Destruimos y construimos conforme nos adentramos en sus textos poéticos. Lovecraft conmueve cuando alberga los años pasados, cuando traza imágenes en nuestra mente; consigue acercarnos al faro solitario, junto a las criaturas descarnadas en el momento en el que la ciudad envejece. Nos asusta con espectros ligeros y éstos dan forma a los sueños de nuestra niñez. Los aullidos nocturnos nos abren las puertas del sanatorio y así terminamos en un desván, perdidos y arrugados, sin reconocernos a nosotros mismos. Estas micronarraciones nos llevan a descubrir que el demonio no tiene cabeza, que los escalones de piedra nos llevan a la noche eterna y nos conduce a plantearnos las leyes del tiempo y del espacio. En uno de estos poemas nos dice, Bailaron como locos al gemir agudo y leve de una flauta quebrada que una zarpa monstruosa agarraba, desde las que fluyen las ondas sin precario cosmos su ley eterna. El resto de su poesía es desconocida, pero en este caso, la poesía de ?Hongos de Yuggoth? no se parece al resto de su obra. Este hombre que transitaba junto a otros visionarios como Poe o Machen, es conocido por sus relatos pero desde 1908 hasta 1913 principalmente se centró en la poesía. Javier Calvo en su prólogo ya nos dice que El ermitaño de providence es probablemente uno de los escritores del s. XX que cuentan con más seguidores. Después de descartar su poesía anterior buscaba un equivalente poético de ?La llamada de Cthulhu? para experimentar con la filosofía y la mitología, trataba de buscar los elementos que le habían sido útiles en la narrativa, así a través de los versos, acercaría al lector a un estado de visiones y sueños. De nuevo en el prólogo, Javier Calvo se pregunta ¿En qué consiste el poder de este libro? En mi opinión no se debe exactamente a lo que el lector de Lovecraft encuentra en este libro, sino más bien a lo que no encuentra. ?Hongos de Yuggoth? es un libro constituido por treinta y seis poemas que siguen una estructura más o menos similar, dentro de un ambiente tomado por lo irreal, lo mítico y lo sobrenatural, ¿pero qué es lo que no encontramos? Lovecraft nos habla de las criptas y sus criaturas negras, de las campanas a medianoche, de la puerta de los viejos sueños, de la noche y su zigzag, de los pájaros del espacio, de las historias de cuervos, de los barrios bajos, de los murmullos a oscuras del demonio, de las figuras furtivas y encorvadas, del caos, del éxtasis? sin ningún rastro de sonido. En la lápida escribieron: No está muerto lo que puede yacer eternamente, y con extraños eones incluso la muerte puede morir. Para finalizar nos quedamos con sus palabras A través de los sueños sombríos mandan una línea de marcha de forma e indicios y vistas aún más sombríos; ecos de los vacíos exteriores, y claves sutiles para cosas que ellas mismas no pueden definir. (Estelle Talavera)
"Hongos de Yuggoth": viaje hacia el inconsciente (Blog mama juana)
"Luis Gámez acaba de publicar bajo el sello de Cangrejo Pistolero Ediciones su traducción de Hongos de Yuggoth, poemario de H. P. Lovecraft. En él, el escritor despliega a lo largo de treinta y seis sonetos una sucesión de visiones de un universo personal, claramente vinculado a su obra narrativa, que encierra debajo de una densa capa de simbología onírica el deseo morboso y a la vez el miedo atroz de la voz lírica de adentrarse en lo profundo del inconsciente, en las simas de su perturbadora y posible monstruosidad".
"Hongos de Yuggoth": viaje hacia el inconsciente
Por Javier Gato Luis Gámez acaba de publicar bajo el sello de Cangrejo Pistolero Ediciones su traducción de Hongos de Yuggoth, poemario de H. P. Lovecraft. En él, el escritor despliega a lo largo de treinta y seis sonetos una sucesión de visiones de un universo personal, claramente vinculado a su obra narrativa, que encierra debajo de una densa capa de simbología onírica el deseo morboso y a la vez el miedo atroz de la voz lírica de adentrarse en lo profundo del inconsciente, en las simas de su perturbadora y posible monstruosidad. Las visiones a las que me voy a referir en especial son aquellas que sufre el poeta cuando, tras haber encontrado un misterioso libro, recibe la visita de un demonio que le va a guiar por un locus horribilis donde todos los elementos de la composición parecen apuntar al área más marginal y oscura de la psique, donde perviven reprimidos los impulsos más irracionales. El itinerario guiado por un demonio por «el lugar donde florece el significado de la belleza» nos recuerda forzosamente a otro itinerario, el de El diablo Cojuelo de Vélez de Guevara, por el interior de las casas del Madrid barroco y, por tanto, por la vida íntima de la ciudad, por su intrahistoria. Por otro lado, el motivo del guía sobrenatural que acompaña al héroe en su descenso a los infiernos (símbolo inequívoco de lo inconsciente) se repite continuamente a lo largo de toda la literatura occidental: Tiresias guiando a Ulises, la Sibila a Eneas, Virgilio a Dante y, con una intención claramente paródica, el romanceril Montesinos a don Quijote. Es interesante destacar el rasgo temporal del cronotopo que induce a y en que se desarrollan las visiones: el crepúsculo, instante del día exaltado desde el Romanticismo como frontera entre dos mundos o regímenes (en la terminología antropológica de Gilbert Durand): el diurno y el nocturno, régimen este último que constituye el imperio de lo femenino, de la introspección, del inconsciente. El ocaso, así pues, como transición entre la realidad consciente y la inconsciente, como tiempo de la suprarrealidad a la que, pocos años antes, declaraba encaminarse André Breton en su primer Manifiesto surrealista. El poeta y su demonio particular (su genio) penetran en los «acantilados huecos» de la psique en busca de esa lámpara cuyo aceite constituye la chispa prístina, la magia primitiva y quizá cósmica, divina, que lo une con el macrocosmos en una nueva muestra de la panteísta Naturphilosophie romántica. Sin embargo, el imperioso anhelo de adentrarse en la caverna interior y de alcanzar un autoconocimiento suprarreal se salda siempre en un ataque de pánico ante la contemplación de lo que de monstruoso habita dentro de nosotros, aspecto este que se manifiesta en sombras amenazantes, serpientes, bestias, pájaros manchados de barro (pensamientos «sucios»; al menos desde San Agustín, el ave ha venido siendo símbolo del pensamiento y la imaginación) «criaturas, negras, astadas y esbeltas» infernalmente caracterizadas (con todo lo que representan, por otra parte, de sexualidad reprimida e inconfesable) que arrastran al poeta a «mundos grises ocultos en / las profundidades de un pozo de pesadilla». Criaturas estas arcanas, cuasi esfinges, sin rostro (desconocimiento de sí mismo) o sin manos ni cabeza (desprovistas de las herramientas con las que dominar el entorno, lo cual remite a la represión de las propias pulsiones). Lejos de concebir la liberación del hombre en que confiaba Breton, el autoconocimiento suprarreal para Lovecraft es necesario pero a la vez fatal: Seth Atwood se suicida y el joven Eb enloquece cuando ambos descubren lo que hay en el fondo del pozo que han cavado en su psique, que es la psique del poeta que se proyecta en dos personajes («El pozo»). El autor muestra un claro miedo obsesivo a volverse loco, a que el inconsciente invada la consciencia. Quizá porque Tiresias profetizó que Narciso viviría largamente solo ?si no se conocía a sí mismo?; quizá porque Lovecraft sabe que el autoconocimiento exige la muerte del individuo, ya sea esta literal o figurada. Como el descenso al pozo, la entrada del yo poético en una casa y el dirigirse a cierto cuarto oscuro, o a cierta ventana sellada, o a la parte trasera de la vivienda (metáforas del inconsciente usadas por el propio Cortázar en su cuento «Casa tomada») son otras alegorías de la autoexploración psicológica. Autoexploración ante la que confiesa quedar «maravillado» (con todo lo que estaba significando la «maravilla», al otro lado del Atlántico, para los surrealistas y para Franz Roh, que en su libro Nach Expressionismus: Magischer Realismus aporta las claves de las que surgirán lo real maravilloso de Carpentier y el realismo mágico hispanoamericano) y con la que logra hallar, a pesar de «los albañiles» (el Superyo), «los mundos salvajes / de los que me habían hablado mis sueños». En otras ocasiones, el anhelo de conocimiento se proyecta hacia lo superior, hacia el superconsciente: es esta mi interpretación de las recurrentes estrellas cuya luz suele bañar yermos umbríos o del ascenso de la montaña («El puerto»; no olvidemos todas las montañas sagradas de las diversas mitologías y tradiciones esotéricas: Olimpo, Himalaya, Sión, el Monte de Perfección de San Juan de la Cruz, etc., puntos de encuentro entre el mundo y el ultramundo), desde la cual se divisa amenazante un velero blanco (la muerte, como el barco fúnebre de la mitología escandinava y la barca de Caronte) y la ciudad (el mundo material, el plano consciente) convertida en una vanitas sin luz ni vida. Pero la montaña, la ladera de los sueños lovecraftianos adquiere una significación adicional desde el punto de vista de las pulsiones sexuales reprimidas por el Superyo. La montaña es también un símbolo de las enigmáticas fuerzas telúricas que, por consiguiente, se enmarcan junto con el mar, la lluvia, formas redondas o con forma de útero (campanas, pozos), etc., dentro del régimen nocturno, reino del inconsciente pero también de lo femenino. Es interesante comprobar que, a partir de «La colina de Zaman», en que una montaña se traga ciervos (símbolo viril), pájaros mutilados y niños (pensamientos sexuales reprimidos) y hasta un pueblo entero, muchas visiones muestran una ciudad llena de torres y agujas fálicas amenazadas por peligros naturales, salvajes, irracionales. Por no hablar de la influencia que ejerce sobre este tema el arte romántico, a partir del cual la figura humana deja de ser la medida de todas las cosas y se empequeñece ante el abrumador colosalismo de la naturaleza indómita (véase cualquier pintura de Caspar David Friedrich). Hay que tener en cuenta que bajo él subyace una posible fobia a la castración por parte de la mujer, hipótesis que no parece del todo desdeñable si revisamos en la biografía de Lovecraft el peso que en su vida tuvo su gélida y despótica madre. En un poema, sin embargo («Los jardines de Yin»), Lovecraft aparca el pánico a sus profundidades personales y no nos pinta el plano inconsciente como un locus horribilis sino como un idílico locus amoenus debidamente descrito con abundantes imágenes ascendentes y edénicas. ¿Y si tras el «muro» que impone el Superyo no se hallase el caos y lo monstruoso, sino la pureza, el Paraíso? ¿Y si los sueños no fueran viajes a un pozo, sino arietes para romper «aquel laberinto» (símbolo mítico del viaje de retorno al paraíso presente en innumerables culturas y tradiciones) y acceder a la bienaventuranza? Pero fatídicamente, el muro siempre vuelve a alzarse, causando frustración. El Paraíso sigue perdido, y el poeta se siente inmerso en la angustia de la caída, del desamparo, actitud que hereda Lovecraft del titanismo/satanismo romántico que exalta las figuras de Lucifer, Prometeo, Caín, el marginado, etc., y con la que, sin saberlo, se adelanta a la posterior náusea como estructura esencial en el hombre de los existencialistas. HONGOS DE YUGGOTH. H.P. Lovecraft. Traducción de Luis Gámez. Cangrejo Pistolero Ediciones, 2011
Lovecraftianos
JAVIER CALVO Magnífica noticia (al menos para mí): la editorial sevillana El Cangrejo Pistolero publicará una nueva edición en español de Fungi from Yuggoth, el famoso poemario de H.P. Lovecraft. Traduce Luis Gámez e ilustra la sublime Carmen Burguess, los dos intensamente lovecraftianos: solamente hay que ver las colaboraciones de cada uno con la revista Quimera. Este pasadizo insospechado entre ambos me lleva a preguntarme por la esencia de lo lovecraftiano, entendido no ya como simple atracción por lo extraño y lo repulsivo, sino como modalidad idiosincrática de neurosis, muy particular pero más extendida de lo que parece. No sería exactamente una neurosis de tipo místico, sino más bien la combinación de un número variable de los siguientes rasgos mentales: paranoia latente, compulsividad, misticismo moderado, impulso mitologizante, coleccionismo obsesivo, existencialismo impostado, afición por la ropa negra, teratofilia, amor por la astronomía y un abanico variable de fobias donde preponderan normalmente la agorafobia, la fotofobia y la talasofobia. Como he dicho, suena complejo pero es más común de lo que parece. No cuesta nada afirmar que el mundo se divide entre lovecraftianos y gente que no lo es. Tampoco tiene que ver con lo que uno ha leído: personalmente creo que el lovecraftianismo no es más deliberado que el hecho de no entender las matemáticas o de tener una pierna más corta que la otra. En nuestro país tenemos montones de artistas y escritores que son lovecraftianos de formas muy variablemente (in)/voluntarias. El primero y el más grande de todos fue Joan Perucho, por supuesto, que se jactaba de ser el descubridor español de Lovecraft, en 1954, después de leer una traducción francesa de The Color Out Of Space. El descubrimiento le llevó a escribir ese mismo año su legendario relato Amb la tècnica de Lovecraft, una década antes de que Rafael Llopis escribiera su seminal introducción a Los mitos de Cthulhu, aunque es cierto que el gran divulgador de Lovecraft en España fue Llopis y no Perucho (por distintas razones, la lengua una de ellas, pero sobre todo el temperamento). Son lovecraftianos varios pintores magicistas de la onda Dau al Set, como Joan Ponç, y también lo es, y mucho, la poesía de Cirlot, probablemente el autor más lovecraftiano de todos los que no leyeron a Lovecraft (quien lo dude, que lea Elegía sumeria, por ejemplo). Después vinieron el Lovecraft, Lovecraft de Ofèlia Dracs, inspirado por Perucho, El novísimo Algazife del propio Llopis y hasta un par de guiños en clave juvenil de Joaquim Carbó y Xulio Ricardo Trigo, por no hablar de las primeras revistas de fans en la década de 1990, muchas de ellas espoleadas por la traducción al español del juego de rol La llamada de Cthulhu en 1988. La nómina de representantes actuales también es respetable. Son explícitamente lovecraftianos Víctor Nubla y Albert Sánchez Piñol. Lo son de forma más o menos sutil el andaluz Luis Manuel Ruiz, Sebastià Jovani, Neguijón de Iwasaki y la revista Males Herbes. Es lovecraftiano Fco. Javier Pérez, probablemente el mejor de todos los contemporáneos, y creo serlo yo también, al menos en Corona de flores y Los ríos perdidos. Hasta hay algo de lovecraftiano en ciertos libros de la generación Nocilla, como Ladrón de morfina de Mario Cuenca, Asesino cósmico de Robert Juan Cantavella y Providence de Juan Francisco Ferré, aunque este último lo es de una forma muy compleja. La obra de Enrique Vila-Matas no es lovecraftiana en absoluto, pero él sí lo es, y mucho. Ahí entramos ya en otra categoría distinta. El tener una figura o un aspecto lovecraftiano también debe ser definido en términos de amalgama. Tener algún elemento físico repulsivo, dar la impresión de ser muchísimo más viejo que el planeta en que vivimos, tener mucho aspecto de profesor de la Universidad de Miskatonic, parecerse a alguna de las especies alienígenas de la mitología lovecraftiana o producir sensaciones indefinibles de inquietud y zozobra, todos ellos son rasgos definitorios, por separado o combinados. Son lovecraftianos en este sentido muchos escritores que viven en mi ciudad. Además, del autor de Bartleby y compañía, lo son Javier Tomeo (sin duda alguna), David Castillo (mucho), Eloy Fernández Porta, el editor Enric Cucurella, Ignacio Vidal-Folch, Maruja Torres (un poco más cada día que pasa) y una larga lista en la que cuanto más me adentre, más problemas tendré en caso de que alguien lea este post. Por tanto, quizás sea el momento de terminar. Hasta que El Cangrejo Pistolero publique su libro, les recomiendo la antología de relatos de Lovecraft que ha publicado hace pocos meses Laertes, La crida de Cthulhu, la primera que yo he encontrado en lengua catalana.
Autor: Lovecraft, Howard Phillips
Howard Phillips Lovecraft (Providence, Estados Unidos, 20 de agosto de 1890 ? ibídem, 15 de marzo de 1937) fue un escritor estadounidense, autor de novelas y relatos de terror y ciencia ficción. Se lo considera un gran innovador del cuento de terror, al que aportó una mitología propia (los mitos de Cthulhu), desarrollada en colaboración con otros autores y aún vigente. Su obra constituye un clásico del terror cósmico materialista, una corriente que se aparta de la temática tradicional del terror sobrenatural (satanismo, fantasmas), incorporando elementos de ciencia ficción (razas alienígenas, viajes en el tiempo, existencia de otras dimensiones). Cultivó también la poesía, el ensayo y la literatura epistolar.