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Busqueda avanzada- N° páginas : 439
- Medidas: 150 x 230 mm.
- Peso: 400 gr
- Encuadernación: Rústica
Emergencia planetaria y transición socioecológica JIMENEZ HERRERO, LUIS M.
¿Qué hemos de hacer para frenar la crisis climática? qué cambios han de ser abordados en el sistema económico para transitar a un modelo de futuro sostenible
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Sinopsis
La gran transformación socioecológica que la humanidad necesita en el siglo XXI implica una serie de transiciones de sostenibilidad (economía verde, circular, hipocarbónica), cuyas evoluciones dependen de la capacidad de gestión de las emergencias y situaciones críticas que se van presentando (pandemia, guerra en Ucrania), pero dentro de un contexto de emergencia planetaria que está bien visibilizada por la crisis climático-ambiental.
En la llamada era del Antropoceno, o mejor del Capitaloceno, se requiere un cambio sustancial del sistema económico para transitar hacia patrones de producción y consumo sostenibles, resilientes y equitativos a fin de que puedan satisfacer las necesidades humanas y mantener el equilibrio ecológico. Para aspirar a modelos de progreso sostenible hay que transformar las actuales formas de producir, consumir, vivir, trabajar y cooperar buscando la coevolución con la biosfera. Los subsistemas básicos, como los de energía, materiales, alimentación, vivienda, movilidad, están erróneamente diseñados para satisfacer determinadas necesidades en un ciclo continuo de consumo, crecimiento y máximo beneficio, pero con escasa orientación al bienestar colectivo.
Con esta idea básica, en este libro se analizan las crisis globales interconectadas y se plantean nuevos sistemas de gobernanza tanto para afrontar la administración de los bienes y los males públicos globales a nivel mundial, como también para gestionar las perturbaciones complejas inesperadas, vulnerabilidades y los riesgos sistémicos incentivando una “cultura de la preparación”. Pero, sobre todo, hay que considerar a la naturaleza como un “aliado vital” para potenciar las acciones transformadoras y reconocer el valor intrínseco del capital natural en aras de la “supervivencia colectiva”.
El libro en los medios
entrevista con el autor en elpais.es
Entrevista en elpais.es del autor hablando sobre el tema que aborda el libro: la emergencia planetaria y la necesidad de crear una autoridad mundial que regule y fuerce a que se cumplan los compromisos en materia ecológica
Artículo sobre el tema del autor en elpais.es
¿Es hora de pensar en una Autoridad Mundial sobre el medio ambiente? Esta es una añeja idea, siempre controvertida, que ya se planteaba hace medio siglo a raíz de la Conferencia de la ONU sobre el Medio Humano, celebrada en Estocolmo en 1972. Desde entonces se ha ido construyendo un sistema para la cooperación y la diplomacia ambiental internacional que ha estado vigente en los últimos 50 años. De esta manera, se han establecido una plétora de iniciativas políticas en este ámbito, destacando los grandes convenios mundiales de Naciones Unidas, como el de la capa de Ozono (Viena 1985; Montreal 1987) y los firmados en la Cumbre de la Tierra de Río en 1992, sobe Cambio Climático, Biodiversidad y Desertificación. Así, se han ido desarrollando más de 500 acuerdos ambientales multilaterales (MEA por sus siglas en inglés), según la base de dato de ECOLEX, y que han dado lugar a más de 200 organizaciones internacionales especializadas. Es cierto que con este sistema se han ido produciendo algunos avances. Pero los logros han sido hasta ahora muy insuficientes. Y también demasiado lentos por la urgencia de actuar sobre la Emergencia Planetaria a la que nos enfrentamos. Ahora, sin embargo, para afrontar con éxito los desafíos sistémicos del Cambio Global de esta nueva época denominada la era del Antropoceno o, dicho con mayor precisión, la era real del Capitaloceno, es imperativo avanzar hacia una gobernanza ambiental democrática a escala mundial. Nunca antes, en la historia de la humanidad, el mundo se ha enfrentado a tantas amenazas ambientales ―clima, desastres, biodiversidad y contaminación― que son predominantes en el escenario mundial porque están afectando a la salud, al desarrollo socioeconómico y a la seguridad mundial, tal como lo viene manifestando el Foro Económico Mundial sobre Riesgos Globales en sus últimas ediciones. Por ello, la comunidad internacional debe dar un paso definitivo para garantizar que el medio ambiente mundial esté debidamente protegido y bien gobernado. En esta dirección, Naciones Unidas plantea la renovación del contrato social entre los países y una mayor solidaridad entre generaciones mediante un nuevo “pacto mundial por el medio ambiente” que se apoye en una “gobernanza global” sobre bases de confianza, solidaridad y derechos humanos. A este respecto, un primer frente de la gobernanza ambiental mundial es la administración de los “bienes comunes mundiales” que por convención no están sujetos a la jurisdicción nacional, como son la alta mar, la atmósfera, la Antártida y el espacio ultraterrestre. Precisamente, una buena noticia reciente, el 19 de junio de 2023, se ha acordado un histórico Tratado de la ONU sobre los océanos, también conocido como Tratado para la Gobernanza de la Alta Mar, jurídicamente vinculante para asegurar la conservación y el uso sostenible de la diversidad biológica marina de las zonas situadas fuera de la jurisdicción nacional. El otro gran frente reside en administrar de forma equitativa y duradera los “bienes públicos globales”, donde la paz, la salud, y la sostenibilidad del planeta configuran su columna vertebral. La expansión de los males mundiales ―como la pandemia de la covid-19 o la destrucción de los sistemas naturales― también se tiene que combatir con una mayor provisión y protección de los bienes públicos globales. Este ambicioso proyecto de gobernanza mundial exige profundos cambios en las sociedades y grandes innovaciones organizativas para darle forma en el plano real. La soberanía nacional, el poder, los recursos y las oportunidades deben compartirse mejor a nivel mundial para reflejar coherentemente la unidad y las realidades interdependientes de todo el planeta. Se trata de algo más que de una simple reforma del bienintencionado, pero endeble, Sistema de Naciones Unidas que, hasta ahora, ha sido el referente principal y con él, habrá que seguir contando, pero que, en todo caso, requiere una profunda renovación de su arquitectura institucional para mejorar su funcionalidad. Hay que posibilitar nuevas fórmulas del sistema multilateral para reflejar la pluralidad de los intereses sociales y evitar las asimetrías de poder y las dinámicas de desigualdad, al tiempo que hay que corregir y democratizar el predominante “multilateralismo de élite”, como los grupos del G-7, o del G-20 que concentra el 90 % del PIB mundial, el 80 % del comercio global, dos tercios de la población del planeta, representa el 75% del uso global de materiales y es el causante de las tres cuartas partes de las emisiones que provocan el cambio climático. La información es la primera herramienta contra el cambio climático. Suscríbete a ella. SUSCRÍBETE La soberanía nacional es un concepto controvertido que no deja de ser un tanto paradójico. La cesión de alguna parte de las soberanías nacionales proporciona beneficios colectivos y es un valor real añadido al conjunto. Por el contrario, cuando se rehúye egoístamente la cooperación, se afecta a la disponibilidad y asignación equitativa de los bienes y servicios planetarios, lo que, finalmente, acaba debilitando a la misma soberanía nacional. Una soberanía “responsable” también es “inteligente” para gobernar solidariamente el patrimonio común de la humanidad. Lo más urgente es lograr una “gobernanza global real” basada en un “enfoque policéntrico”, responsable y democrático, para optimizar los cobeneficios y evitar imponer sacrificios injustos a los actores más desfavorecidos. Seguramente, más que una autoridad única, se puede perfilar una autoridad compleja, donde múltiples tipos de autoridades (públicas, privadas e híbridas) comparten las responsabilidades, interactúan e influyen entre sí. La participación privada en sus diferentes formas empresariales, de organizaciones no gubernamentales y entidades diversas de la sociedad civil, cada vez es más significativa. Difícilmente, los Estados estarán dispuestos a delegar explícitamente en los actores privados la responsabilidad de la gobernanza del medio ambiente. Pero, en alguna ocasión, puede ser determinante. Por ejemplo, en el caso Protocolo de Montreal de 1987 sobre la protección de la capa de ozono, que prohibió el uso de sustancias químicas dañinas, como los aerosoles, suele sobrevalorarse la dimensión política e infravalorarse la incidencia de las empresas multinacionales que dominaban el mercado internacional de los Clorofluorocarburos (CFC) y que, “casualmente”, ya contaban con una alternativa tecnológica para fabricar e imponer un producto sustitutivo, como los Hidrofluorocarburos (HCFC), lo que les permitía seguir aumentando sus ganancias y controlando los mercados. Los nuevos modelo de gobernanza requieren grandes transformaciones no solo en las políticas y en las formas de hacer las políticas, sino, también en los esquemas mentales y en las maneras de pensar con un enfoque sistémico y una visión más biocéntrica, reincorporando el perdido sentido de la biofilia de la que nos habla E. O. Wilson; esa “tendencia innata a dirigir nuestra atención a la vida y a los procesos vitales”. Pero, sobre todo, se necesita una mayor ambición política con líderes audaces, inspiradores y comprometidos para abordar una gobernanza ambiental mundial, afrontando los riesgos sistémicos globales e incorporando controles efectivos a los poderes de los Estados y de los mercados. Esta es la base principal para apostar por un verdadero Plan de Emergencia Planetaria.
Autor: Jiménez Herrero, Luis M.
Es Doctor y Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales (UCM) e Ingeniero Técnico Aeronáutico (UPM). Ha trabajado profesionalmente en los campos de la Ingeniería, Economía, Gestión ambiental y Desarrollo Sostenible, tanto para el sector público como para el privado. Desde 1979 ha sido profesor en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Complutense de Madrid impartiendo enseñanzas de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible. En la actualidad es Profesor Honorífico de la UCM. Es experto en el estudio de los procesos de sostenibilidad y desarrollo sostenible.